Los narcisos a la orilla de un río |
No voy a referirme en esta notita
al uso de remedios florales como terapia natural, aunque todos sabemos que las
flores tienen el poder de hacernos esbozar una sonrisa y regalarnos una
fragancia.
La revista “Psychiatric Times”
publica un artículo en el mes de abril, bajo el título “Daffodils as
Antidepressants”, esto es “Los narcisos como antidepresivos”. La autora del artículo, Sharon Packer en
realidad hace una reflexión sobre el efecto que la naturaleza (y más concretamente
estas flores, los narcisos, tan típicas de la primavera inglesa) puede ejercer
sobre las emociones. Y yo añadiría, el poder curativo de la poesía, el
alivio que un maltrecho ánimo puede experimentar con la cadencia y la evocación de algunas palabras.
El poeta Wordsworth, pintado en 1798 por Shuter |
El artículo en cuestión trata pues
de un poema "Daffodils" del escritor británico William Wordsworth (1770- 1850) uno de los
más importantes poetas británicos ingleses. En 11804 escribió:
"Erraba
solitario como una nube
sobre valles y colinas,
que flota
en las alturas
cuando de
pronto ví una muchedumbre
una
hueste de dorados narcisos:
junto al
lago,
a la
sombra de los árboles,
estremeciéndose
y bailando con la brisa
Reunidos
como las estrellas
que brillaran y parpadean
en la Vía Láctea durante el verano
poblaban una orilla junto al agua
dibujando un sendero ilimitado.
Diez mil narcisos se me ofrecían a
la vista
moviendo sus cabezas danzarinas.
También las olas danzaban a su lado
pero ellos mostraban una mas viva
alegría.
¿Cómo, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían, ignorando
cuanta riqueza suponía aquel
prodigio.
Porque a menudo
tendido en mi lecho,
pensativo o con ánimo cansado,
vuelven con brillo súbito
sobre ese ojo interior
que es la felicidad del hombre
solitario.
Y mi pecho recobre su hondo ritmo
y baila una vez más con los
narcisos.
Este poema de Wordsworth es uno de
los más leídos en lengua inglesa. Sus palabras aliviaron la profunda depresión
que sufría el filósofo John Stuart Mill (1806-1873) máximo exponente de los
planteamientos éticos de lo que se ha llamado “el utilitarismo”. La formulación
más famosa de Mill se conoce como el “principio de la mayor felicidad”. Esto
es, sostiene que uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor
felicidad para el mayor número de personas, dentro de la razonable. Mill
distingue además entre felicidad y satisfacción.
El filósofo John Stuart Mill |
Pero volvamos a los narcisos de
Wordsworth, su visión naturalística también influyó en los responsables y superintendentes
de los asilos para alienados ingleses, que dotaron a éstos de parques y
paisajes tranquilos.
Es evidente además, que el poeta
utiliza su evocación de algo agradable y placentero en sus momentos de desánimo
o desazón. Es decir, le saca partido a sus recuerdos y se alivia en el regocijo
del renacimiento de la naturaleza.
De igual forma, se intenta que las
personas con padecimientos de ansiedad como el estrés postraumático utilicen
las “visualización” de elementos agradables, positivos y tranquilos para
contrarrestar los pensamientos y recuerdos dolorosos.
Los diez mil narcisos danzando a la orilla del río |
Un
dato más, tras los atentados del 11 de septiembre de
2001 en la ciudad de Nueva York, se plantaron más de diez millones de narcisos
alrededor de la ciudad, serpenteando de barrio en barrio, en busca de esas
motas de oro. Para aliviar la tristeza de la ciudad tras la tragedia de las
Torres Gemelas, el alcalde en 20007 otorgó a los narcisos la categoría de flor
oficial de la ciudad, aunque sin nombrar al poeta Wordsworth.
Narcisos en Central Park en Nueva York... y en toda la ciudad |
La
autora del artículo, que más o menos explico, concluye que en esta época en que
practicamos “la medicina basada en la evidencia” los informes anecdóticos de
casos únicos son poco convincentes. Pero yo no dudaría que para el poeta
Wordsworth la visión y el recuerdo de los narcisos fue curativa, y para el
filósofo Mill, lo fue la evocación a través de las palabras del poema.
Y
desde luego, no parece que tengan efectos adversos.
El poema, leído por el actor Jeremy Irons