sábado, 26 de octubre de 2013

IMIPRAMINA: una historia de antidepresivos buenos, viejos y… baratos





Depresión: la persistente niebla del estado de ánimo



La depresión es una enfermedad conocida desde tiempos remotos de la historia de la humanidad. Sin embargo, los dos primeros medicamentos antidepresivos, la iproniacida y la imipramina, no se introdujeron en la farmacopea hasta el año 1957. El descubrimiento de ambos no estuvo basado en una hipótesis previa, sino más bien fue producto de la casualidad (o de la serendipia, de la que ya he hablado).

La iproniacida (el primer antidepresivo del grupo llamado IMAO, es decir inhibidores de la monoaminooxidasa) cayó en desuso por sus problemas de toxicidad hepática, aunque siguen en activo otros fármacos de estas características (en España se retiró del mercado el sulfato de fenelcina, que aún es útil para determinados pacientes que deben conseguirlo en el extranjero).

Sin embargo, la imipramina se sigue utilizando hoy en día (aunque parece que esto puede cambiar, y no por problemas que produzca el fármaco, sino por la ineficacia combinada del laboratorio fabricante, la empresa que suministra este producto en el mercado español y la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios AEMPS).

Vuelvo a la historia del producto.

A finales del siglo XIX Henrich August Bernsthem era un jefe de laboratorio de la compañía BASF en la ciudad alemana de Mannheim, cuyo trabajo era experimentar con colorantes para la industria química, en especial con el azul de metileno. Y en 1883, realiza la síntesis de una fenotiazina.

Más tarde, en 1889, partiendo de ésta fenotiazina, los químico J. Thiele y O. Holzinger sintentizaron  el iminodibenzilo, producto para el que no se halló ninguna utilidad, ni en clínica ni en la industria (recordemos que se estaban buscando colorantes para la industria textil). El iminodibenzilo queda “archivado” durante años en el laboratorio de “J.R.Geigy AG” una compañía química suiza de más de doscientos años de antigüedad.
Johann Rudolph Geigy, el boticario fundador de la compañía química y su familia


Cincuenta años más tarde, el profesor Robert Domenjoz, a la sazón director de la Sección de Farmacología de la compañía Geigy, se interesa por las investigaciones realizadas por el laboratorio francés Rhône Poulenc, que en colaboración con el Instituto Pasteur trabajaban con diversos antihistamínicos, productos que prometían un éxito comercial como hipnóticos y/o sedantes. Domenjoz estimula a los miembros de su equipo para el estudio de las fenotiazinas.

Laboratorios Geigy en Basilea, a principios del siglo XX
                            
En 1948, dos químicos del equipo de Domenjoz en laboratorios Geigy,  F. Häflinger y W. Schlinder, utilizaron el iminodibenzilo como base y sintetizaron cuarenta y dos derivados de éste. Eran otros tiempos, y después de algunas pruebas en animales de laboratorio e incluso realizan experiencias de autoadministración… pero los productos debían probarse en pacientes y se contacta con centros hospitalarios que estuvieran interesados en realizar la investigación clínica. Hay que recordar, que no existían las trabas burocráticas para llevar a cabo este tipo de experimentos.


El compuesto iminodibencilo de Thiele y Holzinger


Clínica del cantón de Thurgau en Müsterligen
Una de estas sustancias, el compuesto G22150, le fue suministrado al Dr. Roland Kühn, que en ese momento era médico adjunto de la clínica Thurgausiche Heil und Pflegeanstalt de la pequeña localidad de Müsterligen en el cantón suizo de Thurgau a orillas del lago Constanza. Küh prueba el producto en sus pacientes, y aunque la molécula demostró algunos efectos terapéuticos fue descartada como “píldora para dormir”.

Algo más tarde, en 1952, Pierre Deniker y Jean Delay, comunicaron los exitosos resultados de sus estudios con otra fenotiazina, denominada clorpromazina, en el Hospital Universitario de Saint-Anne en París, que había producido una espectacular mejoría en un considerable número de pacientes psicóticos.

Ello estimuló la búsqueda de sustancias con propiedades similares por parte de las compañías farmacéuticas. De esta forma, se vuelven a desempolvar algunas sustancias antihistamínicas descartadas por la compañía “J.R. Geigy AG”, con la esperanza de que pudieran tener alguna utilidad en el ámbito de la psiquiatría.

Entonces, Roland Kühn contacta con Geigy con objeto de re-evaluar la sustancia G22150, que había probado años atrás, aunque debe interrumpir sus experimentos por intolerancia y toxicidad para los pacientes. Kühn insiste en probar otra fenotiazina, y en 1956 recibe un preparado denominado G22355 y lo prueba en pacientes afectos de esquizofrenia.

El G22355 era una sustancia similar a la exitosa clorpromazina, pues tiene la misma cadena lateral. Era uno de los cuarenta y dos compuestos desarrollados por Häefliger y Schlinder, reemplazando el puente sulfato de la fenotiazina por un puente etileno.
Comparación de la estructura química entre CLORPROMACINA (antipsicótico) e IMIPRAMINA (antidepresivo)


La investigación clínica realizada por Kühn en la clínica de Müstenligen demuestra que el producto no tiene actividad antipsicótica apreciable. Sin embargo, tres pacientes diagnosticados de psicosis depresiva muestran una mejoría de su estado general en tan solo algunas semanas. Consecuentemente, Kühn suministra el G22355 a otros 37 pacientes con depresión y se pudo demostrar su especial eficacia en el tratamiento de los trastornos depresivos.
Los primeros pacientes que se beneficiaron de la imipramina, estaban ingresados en la clínica cantonal de Thurgau a orillas del idílico lago Constanza


Roland Kühn, uno de los padres de la Psicofarmacología
Al siguiente año, con motivo del II Congreso Mundial de Psiquiatría, celebrado en Zurich (estamos en septiembre de 1957) Roland Kühn publica en alemán sus resultados en la revista Schweizenrische Medizinische Wochesbrift. Aunque dicha comunicación fue recibida con cierto escepticismo por parte de la comunidad médica, Geigy introdujo el producto en el mercado suizo con el nombre de Tofranil y al año siguiente en todo el mercado europeo, y en 1959 en el mercado norteamericano.

Los estudios de eficacia de la imipramina se sucedieron, y ya en 1959 se habían publicado más de sesenta estudios sobre la eficacia del producto. Este producto inauguró la línea de los llamados compuestos antidepresivos heterocíclicos.

La imipramina con cincuenta y seis años de edad sigue siendo muy eficaz, especialmente en depresiones graves de características endogenomórficas. También es un eficaz preventivo de las crisis de angustia, y tiene otras indicaciones como la enuresis nocturna 

La incorporación clínica de estos fármacos permitió además dar un giro copernicano al entendimiento de la enfermedad mental. De esta forma, entre la comunidad científica comenzó a plantearse la posibilidad de que estos medicamentos corrigiesen un “desequilibrio químico” específico, causa subyacente de la enfermedad, revolucionando pues la visión de sectores más tradicionales,  que anclados en planteamientos pseudomedievales, continuaban viendo al paciente psiquiátrico como un alienado con defectos morales o de voluntad, sólo susceptible de ser tratado con “terapia moral”.



Un poquito de química:


Azul de metileno:
Compuesto químico heterocíclico aromático. Se usa como tintura prequirúrgica dado sus propiedades antisépticas. También se utiliza como colorante en tinciones de observación en el microscopio.

Iproniacida:
Se trata de un isopropilo, derivado de la isoniazida que a su vez es un fármaco antituberculoso. En 1952 se descubrieron las propiedades antidepresivas de la isoniazida, cuando diversos investigadores notaron que pacientes tratados con éste producto se volvían felices. Se desarrolló un nuevo fármaco a partir de la isoniazida que dio lugar a la iproniacida, antidepresivo cuyo uso clínico fue aprobado en 1958.

IMAO:
Inhibidores de la monoaminooxidasa. Constituyen una categoría terapéutica dentro de los fármacos antidepresivos, que actúan bloqueando la acción de esta enzima. De ello resulta una mayor biodisponibilidad de neurotransmisores monoaminérgicos al bloquear su destrucción.

Fenotiazina:
La fenotiazina es un compuesto de estructura tricíclica en el que dos anillos de benceno se unen con un átomo de azufre y de nitrógeno en posiciones no adyacentes. Originalmente se desarrolló como un tinte sintético. De éste derivaron varios grupos de medicamentos antipsicóticos.

Iminodibencilo:
Estructura tricíclica en el que dos anillos de benceno se unen mediante un átomo de nitrógeno y un puente etileno. De este compuesto deriva la imipramina.

Antihistamínico:
Fármaco que actúa bloqueando la acción de la histamina en las reacciones alérgicas, mediante el bloqueo de sus receptores. Existen diferentes compuestos antihistamínicos según su estructura química. Uno de los más antiguos, la prometazina, es un compuesto fenotiazínico.

Clorpromacina:
La clorpromazina es un antagonista dopaminérgico. Sintetizado en diciembre de 1950, la clorpromazina fue el primer fármaco desarrollado con acción específica antipsicótica, siendo el prototipo de los fármaco fenotiazínicos. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Burn-out, surmenage... ESTRÉS LABORAL



Pedro Picapiedra, a punto de padecer el síndrome de burn-out



En 1974 el psicólogo estadounidense de origen alemán Herbert Freudenberger realiza un extenso estudio de campo sobre el personal sanitario en el que describe los síntomas que padecen las personas con agotamiento profesional. En 1980, publica su libro “Burn Out: The High Cost of High Achievement. What it is and how to survive it” que se convertirá en referente para el estudio de este cuadro.

Aunque había sido otro psicólogo H. B. Bradley quien había descrito el síndrome en 1969, sería el libro de Freudenberger el que divulgaría y haría conocer a la comunidad médica dicho cuadro. Curiosamente, Freudenberger toma el nombre de una novela de Graham Greene publicada en 1960: “A burnt-out case”.   

El síndrome que no se encuentra reconocido en las clasificaciones de enfermedades mentales DSM, y sólo en una categoría accesoria de la CIE-10, también es conocido como “síndrome de desgaste profesional”, “síndrome del trabajador quemado” y en francés bajo el elegante término de “surmenage”.


En general, las poblaciones más vulnerables son aquellas en las que existen interacciones humanas de carácter intenso y duradero (trabajador/cliente; trabajador/usuario). El burn-out se desarrolla como respuesta a la alerta y al estrés constante y a la sobrecarga laboral. Estadísticamente afecta más a mujeres que a hombres, y con lo dicho anteriormente parece claro que determinados sectores serán más proclives a padecerlo: profesionales sanitarios y de la educación, miembros de las fuerzas armadas en situación de conflicto, deportistas de elite…

Peligro: cirujano "quemado"

Los maestros, otras posibles víctimas del estrés laboral


El burn-out suele definirse a través de tres parámetros:

  • Agotamiento, es decir, no ser capaz de ofrecer más de uno mismo a nivel emocional.
  • Suspicacia/escepticismo, una actitud distante hacia el trabajo, hacia los compañeros del mismo y hacia las personas con las que se trata en el mismo.
  • Ineficacia, la sensación de no llevar a cabo competentemente las tareas asignadas.

 
Agotamiento, escepticismo, ineficacia... Al final, sentimiento de impotencia
Lo principal es el sentimiento de impotencia, la persona se siente cansada al inicio de su jornada. Tiene la percepción de que el trabajo no tiene fin, y que su trabajo nunca se termina. Por otra parte, la persona que lo sufre pierde su capacidad de disfrutar de lo que antes le alegraba, y aún cuando no esté trabajando se siente estresado y con una enorme necesidad de descanso que hace que posponga o eluda cualquier otra actividad. A todo esto se suman multitud de síntomas físicos: dolores de cabeza, manifestaciones vegetativas de ansiedad, como taquicardia, sudoración, disnea, insomnio y mala calidad del sueño, trastornos digestivos… entre otros.

Además la crisis económica en la que estamos sumidos en los últimos años ha hecho que las condiciones de trabajo de los profesionales de la educación y de la sanidad sean mucho más extremas. Han disminuido sus ingresos, también los recursos disponibles para hacer su trabajo, los usuarios con los que tratan cada día no están más contentos (al contrario) y están sometidos a una fuerte presión por parte de las instituciones de las que dependen para que rindan más (y que se consideren afortunados de tener trabajo).

Genial Forges


Naturalmente, todo esto es extrapolable a otros sectores ya que aquellos que felizmente conservan su empleo, suelen tener que desempeñar más tareas, porque en su trabajo (sean empresas grandes, medianas o pequeñas… o trabajadores autónomos) son menos personas para todo lo que se debe abarcar…

… Y la paradoja es que mucho de los que están desocupados desearían sufrir el “síndrome de burnout” por lo que ello implicaría: tener un trabajo, aunque les hiciera perder la salud.

Sin más palabras


Los humoristas gráficos reflejan la realidad con un ácido sentido del humor. Entre los españoles destacan Forges y el Roto.



 El Roto, y su particular visión de la crisis




Novela de Greene, cuyo título dio nombre
al síndrome
Henry Graham Greene (1904-1991), autor de "A burnt-out case" fue un escritor, guionista y crítico británico cuya obra explora la confusión del hombre moderno, al tratar de asuntos políticos o moralmente ambiguos en un transfondo contemporáneo.

Muchas de sus obras tienen como protagonistas a espías o agentes en el período de entreguerras o durante la Guerra Fría: El agente confidencial (1939), El poder y la gloria (1940), El americano impasible (1955), Nuestro hombre en La Habana (1958), El décimo hombre (1985)… entre otras.

Graham Greene
Pero posiblemente su obra de mayor difusión fue el guión para la película dirigida en 1949 por Carol Reed “El tercer hombre” (Orson Wells interpreta al villano Harry Lime en la Viena de la postguerra, la de la famosa escena de la noria en el Prater). Tras el éxito de la película, Greene convirtió el guión en una novela. 




 Aunque nada tenga que ver con el estrés laboral, o el síndrome de burn-out, no he podido resistir poner este vídeo acerca de "El tercer hombre", en reconocimiento a Carol Reed, a Orson Wells, a Joseph Cotten, a Alida Valli y a Anton Karas. 











sábado, 12 de octubre de 2013

ALIMENTOS PARA EL CEREBRO


La alimentación puede ayudarnos a mejorar nuestra salud mental

¿Cuáles son los mejores alimentos para el cerebro?

La dieta está estrechamente ligada a procesos tales como enfermedades del corazón, la obesidad y la diabetes.

Sin embargo, lo que consumimos también parece tener implicaciones importantes para el cerebro: Las dietas poco saludables pueden aumentar el riesgo de trastornos psiquiátricos y neurológicos, como la depresión y la demencia, mientras que las dietas saludables pueden tener un efecto protector.

El portal médico “Medscape” ha recogido algunas de las investigaciones más importantes sobre nutrición y cerebro.


Estilos de dietas:


La saludable "dieta mediterranea"
Un estudio de 2009 publicado en la revista “Archives of General Psychiatry” encontró que las personas que siguen el patrón de dieta mediterránea, es decir una dieta rica en frutas, verduras, frutos secos, cereales integrales, pescado y grasas no saturadas, como las que proporcionan los aceites vegetales como el aceite de oliva, son menos propensos a desarrollar depresión (hasta un 30% menos) que aquellas personas que consumen mayor proporción de productos cárnicos y una elevada tasa diaria de lácteos.  

El aceite de oliva también predispone a un menor riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, y también a una menor propensión de desarrollar deterioro cognitivo leve, e incluso enfermedad de Alzheimer, sobre todo cuando esta dieta se complementa con una mayor nivel de actividad física.

El olivo, base de la dieta consumida en el Mediterráneo desde la antigüedad


Grasas: Buenas y malas

Un estudio realizado en España por Sánchez-Villegas y colaboradores y publicado en varias revistas internacionales en 2011, informa que el consumo habitual de ciertos tipos de grasas, disminuyen el riesgo de depresión a lo largo del tiempo. Estas grasas buenas son:
  • ácidos grasos poliinsaturados (se encuentran en los frutos secos, semillas, pescados y vegetales de hoja verde)
  • ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva, aguacates, nueces.
  • El aguacate, fuente de ácidos grasos monoinsaturados


Aunque lo contrario, es decir con respecto al consumo de grasas malas (*) (grasas trans) no se halló relación dosis-respuesta entre la ingesta de éstas y el riesgo de depresión. No obstante hay  datos que apoyan la asociación entre los ácidos grasos trans y el accidente cerebral isquémico.
Asimismo, una deficiencia en el consumo de ácidos grasos poliinsaturados se ha relacionado con el diagnóstico de “Trastorno de déficit de atención/hiperactividad” en niños.
(*) Los ácidos grasos trans son un tipo de ácido graso insaturado que se encuentra principalmente en alimentos procesados o industrializados que han sido sometidos a hidrogenación o a horneado (como los pasteles, entre otros). Este tipo de ácidos grasos también se hallan presentes de forma natural en pequeñas cantidades en la leche y la grasa corporal de los rumiantes.


Aceite de pescado ¿para prevenir la psicosis?

Gracias a sus altos niveles de ácidos grasos poliinsaturados, es decir, los ácidos grasos omega-3, el pescado(**) puede ayudar a prevenir muchas enfermedades del cerebro.

Un estudio de consumo de pescado en 2010 correlacionaba con un menor riesgo de síntomas psicóticos, y otro trabajo  sugiere que el aceite de pescado puede ayudar a prevenir la psicosis en personas de alto riesgo.

Pescados, una importante fuente de ácidos grasos omega-3
Aunque los datos son contradictorios, una nueva investigación demuestra que los ácidos grasos omega-3, y los ácidos grasos eicosapentaenoico y ácido decosahexaenoico son benéficos en la depresión y en la depresión posparto respectivamente, y otras investigaciones sugieren que la deficiencia de omega-3 puede ser un factor de riesgo para el suicidio.


(**) Los pescados que tienen niveles más altos de omega-3 son aquellos que provienen de aguas frías, como el salmón, el arenque y la caballa.


  
Frutos del bosque como antioxidantes

Los polifenoles,  que se encuentran en las bayas del bosque (los frutos que en inglés se denominan “berries”)  y otras frutas y verduras de color oscuro pueden retrasar el deterioro cognitivo a través de sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
Las moras y otros frutos del bosque, ricos en polifenoles, tienen propiedades antioxidantes

Un estudio realizados en ratas en 2010 mostró que una dieta rica en fresas, arándanos, o moras conduce a una "reversión de los déficits relacionados con la edad en la función nerviosa y la conducta que implica el aprendizaje y la memoria".

En dicho trabajo se halló que concentraciones muy elevadas de fresas, arándanos y bayas de acai, pueden inducir “in vitro” que las células autofagociten productos como proteínas relacionadas con el deterioro mental y la pérdida de memoria.

Los polifenoles de las bayas pueden reducir también el riesgo de enfermedad cardiovascular, al disminuir el estrés oxidativo y la atenuación de la expresión de genes inflamatorios.


En una dieta completa ¿hay sitio para la carne roja?

Una dieta completa rica en frutas, verduras, cereales integrales, pescado y carnes de alta calidad, conseguiría una reducción del 30% para los trastornos de ansiedad y depresión, si la comparamos con lo que en Estados Unidos se conoce como una “dieta occidental” (rica en alimentos procesados y grasas saturadas), según un estudio realizado en 2010 por el Dr. Jacka y colaboradores y publicado en American Journal of Psychiatry).

También puede consumirse carne de vacuno, sin excesos
Incluso en contraste con muchos estudios en los que se considera a las carnes rojas como “alimentos poco saludables”, los autores de este trabajo consideraban que las carnes rojas sin procesar y que provienen de animales criados en pastos naturales, pueden tener también un efecto protector sobre los estados depresivos y de ansiedad.





Alcohol. Moderación

Ruinas de la antigua Delfos
“Nada en exceso” (μηδν γαν) era uno de los lemas filosóficos que adornaban la antigua ciudad griega de Delfos, y es una máxima totalmente válida para nuestros tiempos (y posiblemente más válida aún para aquellas sociedades de la abundancia). 

El consumo moderado de alcohol se ha asociado con numerosos beneficios fisiológicos potenciales, incluidos un mejor perfil de colesterol, en la función plaquetaria y la sensibilidad a la insulina. 
  
El vino también tiene en su composición antioxidantes polifenólicos
El uso limitado de alcohol también se asocia con un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer y demencia en general, conclusión apoyada por un estudio realizado en 2011 con pacientes alemanes de atención primaria.

También se ha descrito que el consumo moderado de alcohol, especialmente de vino, puede  proteger contra la enfermedad cardiovascular, debido a que contiene antioxidantes polifenólicos.

Sin embargo, no hay que olvidar los costes para la salud que supone el consumo de alcohol a largo plazo, con los riesgos de abuso, dependencia, alteración de funciones cognitivas como la memoria, y su contribución al empeoramiento de enfermedades neurodegenerativas así como el deterioro en el funcionamiento psicosocial.
  


Café: Para un buen despertar y algo más …

El estimulante más utilizado del mundo puede hacer algo más que despertarnos.

A pesar de que puede incrementar la tensión arterial, los granos de café contienen compuestos antioxidantes que pueden reducir la oxidación del colesterol y de las lipoproteínas de baja densidad. 
Cafeína y cerebro, relación controvertida
Existen varios estudios que relacionan el consumo de café con menor riesgo de accidente cerebrovascular y de depresión, especialmente en mujeres. Éstas eran consumidoras de entre 4 y 6 tazas al día (consumo excesivo a mi entender). Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos estudios están realizados en población norteamericana, y todos sabemos el bajo contenido en cafeína del brebaje que ellos denominan café.


Chocolate, el más sabroso antioxidante

El chocolate, especialmente aquél que contiene mayor contenido en cacao, (cuanto más negro mejor) ayuda a eliminar los radicales libres y a mejorar la función endotelial y plaquetaria, probablemente a través de los flavonoles que contiene.

Un estudio publicado en la revista European Heart halló que el consumo diario de 6 gramos de chocolate se asocia a una disminución del riesgo combinado de infarto de miocardio y accidente cerebro-vascular en adultos (situándolo en un 39% menor). No obstante, hay que pensar que el peso de una tableta de chocolate suele ser de unos 100 gramos, lo que se aconsejaría consumir diariamente sería un dieciseisavo de la tableta… o sea un cuadradito de la tableta o poco más.

Mucho se ha hablado del efecto antidepresivo del chocolate (que se creía mediado a través del sistema dopaminérgico y del sistema opioide). Pero parece que no es así: una reciente y extensa revisión de Parker y colaboradores sugieren que los beneficios sobre el estado de ánimo no se mantienen más allá del “confort” emocional e inmediato de la ingesta.

Algún mito existe sobre el efecto antidepresivo del chocolate

Lo que no se debe comer
Ya sabemos, comida basura
Las grasas saturadas y los carbohidratos refinados tienen efectos altamente perjudiciales sobre el sistema inmunológico, el estrés oxidativo, y las neurotrofinas, todos ellos factores que juegan un papel en la depresión.

El estudio de Akbaraly y sus colegas publicado en “British Journal of Psychiatry”  en 2009, ya mostró que una dieta rica en alimentos lácteos con alto contenido en grasa, alimentos fritos, refinados y azucarados aumenta significativamente dicho riesgo de depresión.

Resultados similares han sido  replicados en otros estudios, uno de ellos  realizado en España. Se concluyó que la ingesta repetitiva de alimentos como pizza y hamburguesas, con el tiempo, aumentaban el riesgo de depresión (tanto de depresión mayor como de distimia, y especialmente en mujeres).

También se ha demostrado en 2012 que la calidad de la dieta ingerida por los adolescentes estaba relacionada con la salud mental.

Por otra parte, se ha sabido desde hace mucho tiempo que el exceso de ingesta de sal aumenta la presión arterial, y el riesgo de accidente cerebrovascular. Datos más recientes correlacionan una alteración de la capacidad cognitiva con el elevado consumo de sal, así como las dietas ricas en grasas saturadas o ácidos grasos insaturados trans.


Lo que han dicho los sabios: 


Hipócrates de Cos


"Sea el alimento tu medicina, y la medicina tu alimento"    
Hipócrates de Cos, médico griego, siglo IV a.C.

"Si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come"
Ludwig Feuerbach, filósofo y antropólogo alemán, 1850


Pero... ¿qué comen los genios?



Charles Chaplin, y su particular dieta en "La quimera del oro"