"Adoración de los pastores" Gerhard von Hornthost, 1622 |
Como cada diciembre, el ambiente se llena de
Navidad. Pero no quiero referirme a la fiesta religiosa que el 25 de diciembre
(*) celebra el nacimiento de Jesucristo para la iglesia católica, la anglicana,
en algunas comunidades protestantes y para la iglesia ortodoxa rumana (para
otras iglesias ortodoxas el nacimiento de Cristo se celebra el 7 de enero ya
que la iglesia ortodoxa en general no aceptó la reforma del calendario juliano
al calendario gregoriano).
No, a lo que quiero referirme es a la
Navidad: luces en las calles, adornos en los escaparates, productos de
temporada como los hispánicos turrones (los polvorones no sé si nadie los
compra), el italiano panettone… y
todo lo que se come o se “debería comer” en estas fechas. Ah, y las floristerías
repletas de la tropical “Euphoria
pulcherrima” (**) y también de los europeos abetos. Y en las tiendas de
chinos y pakistaníes, versiones en plástico de estas especies vegetales y
ristras de bombillitas que normalmente se funden a mitad de las fiestas.
Navidad: luz en las calles |
Y casi todo el mundo, le guste o no la
Navidad, se afana en comprar
regalos, organizar menús, y dirimir quiénes serán anfitriones y comensales en las distintas comilonas
familiares… con lo que se desatan auténticos conflictos protocolarios dignos de
las más altas instituciones.
Navidad: sinónimo de compras |
A mi personalmente me gusta la Navidad. Su
iconografía nórdica de frío, nieve, trineos, de chisporroteo del fuego en las chimeneas
encendidas, jerseys abrigadísimos y algo absurdos con dibujos de copos de nieve…
Sobre todo porque no sufro este tipo de clima, y casi nunca nieva en mi ciudad
(aunque recuerdo una gran nevada en mi infancia, me parece que fue en el año 1963).
Las Ramblas nevadas, Barcelona, 25 de diciembre de 1963 |
Creo que me gusta la Navidad porque le
gustaba a mi padre. Disfrutaba reuniendo a su familia, y decidiendo que platos se
preparaban y hacerse fuerte en la cocina de mi madre y prepararlo todo para
atiborrarnos. Y antes de eso, el 8 de diciembre, poner el belén, con
su feliz incongruencia, pues recuerdo que las figuritas de los patos que teníamos
y que se deslizaban en el río de papel de plata eran más grandes que algunos
pastores barbudos… y desde luego mayores que la lavandera, aunque ésta seguía
impasible con su tarea (que mujer tan valiente, frota que frota en plena noche de diciembre).
La intrépida lavandera nocturna |
Y pasear por las calles de Barcelona para ver
las luces … y entregar la carta al paje de los Reyes Magos, porque entonces
Papa Noel o Santa Claus o San Nicolás, ese orondo y postizo personaje, no venía
a España. Y el placer de ir avanzando a los reyes un poquito cada día, para plantarlos delante del pesebre el día 5 de enero. Y claro, repetir
el poema que nos enseñaban en el colegio hasta la saciedad (más bien la
hartura) para poder recitarlo en la sobremesa de la comida del día veinticinco,
subida a una silla y ante toda la familia … cosechando aplausos y alguna propina de mi rumboso abuelo. En
esa época no había festival navideño en los colegios, ni conciertos de
villancicos o nadales, la aportación
educativa-navideña era enseñarnos unos versos y hacer una postal con
manualidades, postal a la que no llamábamos Christmas). Otro excelso placer navideño era ir con mi madre a la papelería a comprar las susodichas postales para felicitar a la familia (nada de mails, mensajes de voz o texto o whatsups). Mis postales favoritas eran de Ferrándiz, aquí dejo una muestra:
La ingenuidad y ternura de las ilustraciones de Ferrándiz en los Christmas de los años 60 |
Tampoco había poinsettias, esas llegaron más tarde y diría que eran pocos los
abetos en las casas, al menos en la mía no había.
Todo este recuerdo viene a cuento por las
fechas, y porque varias personas me han preguntado si en Navidad la gente se deprime más.
En realidad, lo que creo es que son fechas que cada uno interpreta a su manera.
Para casi todos los niños representan una gran
ilusión, posiblemente es así porque los adultos quieren prorrogar su propia
infancia en la infancia de sus hijos y van tejiendo y alimentando esos anhelos
de generación en generación.
Navidad: ilusión |
A su vez, los adultos viven estas fechas
condicionados, por su propia biografía, por sus expectativas y como no, por sus
circunstancias.
Los adultos pueden mantener una ilusión o una
mirada benevolente por el recuerdo y la añoranza de cuando éramos niños, ilusos
y despreocupados. Pero en estas fechas también es natural que percibamos la nostalgia por aquellos que
nos faltan: mirar a los reunidos hace sentir más hondamente las ausencias.
Por otra parte, no todas las personas se
llevan bien con sus familiares, o al menos con todos ellos. Por lo que los
obligados encuentros por ese dichoso protocolo navideño del que hablaba, pueden
ser cuando menos tediosos, sino un auténtico desastre por las tensiones o
fricciones que pueden desatarse.
Otra de las circunstancias negativas es el
excesivo mercantilismo de las fiestas. Por lo que acentuado con la sempiterna crisis, la celebración de la Navidad y sus gastos, con las magnificas
viandas en la mesa, los compromisos, los regalos, etcétera ... pueden significar algún que otro quebradero de cabeza
para muchos, yo diría que para casi todos, pero para algunas personas tristemente es un sueño irrealizable (***).
Para aquellas personas que ya estén padeciendo un cuadro depresivo la llegada de la Navidad posiblemente acentúe la desazón y la tristeza, puesto que su propio cuadro clínico les impedirá alegrarse, y cualquier circunstancia que signifique reunión, jolgorio y compromisos será vista como un escollo difícil de salvar, haciendo que se sientan culpables por ello ... esto debe explicarse a los pacientes y a sus familiares, que no es posible sentirse "no deprimido" a fecha fija.
Para aquellas personas que ya estén padeciendo un cuadro depresivo la llegada de la Navidad posiblemente acentúe la desazón y la tristeza, puesto que su propio cuadro clínico les impedirá alegrarse, y cualquier circunstancia que signifique reunión, jolgorio y compromisos será vista como un escollo difícil de salvar, haciendo que se sientan culpables por ello ... esto debe explicarse a los pacientes y a sus familiares, que no es posible sentirse "no deprimido" a fecha fija.
Por último una reflexión diminuta ¿qué nos queda del espíritu navideño? Repito que no
hablo de la religión, sino de esa fiesta de amistad, familia, ilusión, paz, unión y
concordia. Para mí, algo queda o al menos así lo espero, porque durante unos días de diciembre nos sentimos más
cercanos y mejores al desear a todos, de corazón y con el corazón…
Feliz Navidad
(*) A
propósito del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret.
Dice la Wikipedia, que según expertos tomando como fuente la Biblia, en el
evangelio de Lucas, la fecha del nacimiento de Jesús sería a finales de
septiembre, lo cual sería compatible con el hecho de que los pastores cuidaran
los rebaños al aire libre.
Cuevas en los montes de Judea, cerca de la ciudad de Belén en la actual Cisjordania |
(**) Euphoria pulcherrima.
Arbusto o pequeño árbol con grandes hojas dentadas de color verde oscuro y
pequeñas inflorescencias amarillas. Tienes brácteas en la parte superior de la
planta de color rojo, rosa, blanco verdoso o blanco amarillento. Es originaria
de regiones tropicales de México y Guatemala; en el hemisferio norte florece de
noviembre a febrero.
De hecho, la costumbre de asociar esta planta al período navideño data de la década de los sesenta en Estados Unidos, donde el horticultor y hábil negociante Paul Ecke III se dedicó con gran éxito a promover el uso invernal de esta planta desde el Día de Acción de Gracias hasta Navidad.
De hecho, la costumbre de asociar esta planta al período navideño data de la década de los sesenta en Estados Unidos, donde el horticultor y hábil negociante Paul Ecke III se dedicó con gran éxito a promover el uso invernal de esta planta desde el Día de Acción de Gracias hasta Navidad.
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