“Uf, tengo un estrés bestial en el
trabajo”
¿Cuántas veces oímos esta frase en una
conversación con un familiar, con la propia pareja, con amigos? Y sin mencionar
las veces que mis pacientes responden afirmativamente a la pregunta sobre las
condiciones laborales en que trabajan.
· Sueldos bajos
· Sobrecarga laboral
· Escasas oportunidades de promoción
· Trabajos que no suponen un reto
A estas razones yo añadiría además:
a) Situaciones de desavenencias en el entorno de trabajo (no
necesariamente con los superiores, también puede ser con compañeros).
c) Interiorización de la idea de que siempre hay que estar
disponible (la mensajería instantánea: mails y grupos de whatsup laborales son instrumentos que generan esta idea errónea,
claro está siempre atizada por algún jefe exigente que demanda tu inmediata
atención estés o no en horario laboral).
e) A todo esto, posiblemente la mayor
fuente de estrés laboral sea el hecho de no tener trabajo. De esto me referiré
en otra ocasión.
Para el manejo del estrés asociado al
trabajo, serían importantes una serie de pasos:
1. Identificar qué es lo que nos agobia:
Una medida obvia, y que a veces puede
dar un poco de reparo, es llevar un registro/diario durante un período de
tiempo. Con ello se pretende averiguar que situaciones generan mayor
incomodidad y como respondemos a ellas.
Es importante registrar la situación,
las personas y circunstancias involucradas, e incluso la situación física.
Anotar los pensamientos que tuvimos en ese momento y los sentimientos que se
nos generaron, también nuestra reacción: si experimentamos algún síntomas
físico (taquicardia, dolor de cabeza, temblor en la voz…), si respondimos
airadamente (elevando el tono de voz y mostrándonos enfadados), si nos escabullimos
de la situación (nos fuimos al baño o a la máquina de café).
Una vez realizada alguna anotación, se
debe analizar honestamente la situación, por ejemplo, si recibes una reprimenda
o una indicación negativa sobre cómo estás realizando alguna de tus tareas,
aunque en el momento te hayas sentido ofendido es vital que con frialdad
examines si la crítica es cierta, adecuada, desmesurada, y si debes corregir
algo en tu forma de trabajar, hay que hacerlo. Es decir, separar contenido y
forma.
2.
Cambiar el
arquetipo de nuestras respuestas, las cuales en sí mismas pueden representar un problema:
Puede tratarse de muchas cosas, pero
es posible que a través del registro anterior nos demos cuenta de que somos
vulnerables a la crítica (independientemente de que sea cierta o no) y nos
enfadamos o nos sentimos muy empequeñecidos.
También hay personas que son poco
asertivas y no saben poner límites en su trabajo, siempre les parece que han de
dar una respuesta afirmativa a todo lo que se les pide… y van acumulando trabajo,
pero con gran rencor hacia aquellos que se lo entregan, con lo que llega un día
que en lugar de un correcto “Ahora no
puedo tengo que acabar otras cosas también urgentes”, pueden montar una
escena o acabar casi llorando. Con lo cual esa respuesta da origen a otro
problema de autoimagen: “No sé decir las
cosas con calma, siempre pierdo los papeles”.
3. Establecer límites
En el actual mundo de las relaciones
digitales, es fácil sentirse angustiado ante la posibilidad de tener que estar
disponible continuamente. Por ello, hay que establecer algunos límites entre el
trabajo y la vida personal, porque además fijar límites claros entre la vida
laboral y personal reduce el estrés asociado a los posibles conflictos de
conciliación.
En nuestro contrato laboral está
fijado un horario de trabajo que hay que cumplir. Es evidente, que cuanto más
arriba en el organigrama de la institución, más laxo se vuelve este horario en
todos los sentidos (positivo y negativo) porque se espera de los cargos de alta
responsabilidad atención y dedicación. Si su trabajo es de esta índole,
seguramente dispone de ayuda para realizarlo, tanto medios como personal
asistente, y es muy importante para la gestión del estrés confiar en estas
personas (no siempre sabemos delegar).
Todos los trabajos son importantes,
pero no por ello debemos actuar como “ejecutivos conectados a todas las sedes
bursátiles del mundo”. Es decir, analicemos si nuestra implicación laboral
dentro del trabajo es buena y productiva, a partir de ahí, desconectemos fuera
del trabajo. Seamos sinceros también con nosotros mismos, ¿es preciso que
consultemos el correo desde casa por la noche? Seguro que la respuesta es que
algunas veces si era importante, pero la mayoría de las veces, no lo era. Bien,
ocasionalmente se puede hacer una excepción, pero no es bueno ni saludable
convertir esa excepción en norma.
Por lo general, observo que se abusa
del e-mail para las comunicaciones en las empresas, a veces gente que trabaja en
el mismo espacio se envía este tipo de correos, quizá ¿para que quede constancia? También hay
personas que están consultando su correo electrónico continuamente, mientras
realizan otras tareas.
A mi modo de ver es bastante efectivo determinar un
tiempo de lectura de los correos, ya en nuestro lugar de trabajo y como primera
tarea de nuestra jornada (y así vemos que quedó pendiente mientras no
estuvimos, o aquello que nos mandaron los que están fuera de nuestro huso
horario), con ello distribuiremos nuestra jornada adecuadamente. A lo largo del
día puede volver a consultarse (a mi entender dos veces más como máximo), ya
que si algo que nos compete es más urgente, seguro que nos lo comunican
telefónicamente. (Creo que hace poco vi un chiste gráfico en el que un empleado
se afanaba a enviar un mail a todos sus compañeros para advertirles que había
un incendio en la empresa… mientras se veían las llamas el humo que le rodeaban).
4. Hable con su jefe:
Todo buen jefe debería saber que los
empleados más contentos y más saludables son los más productivos, con lo que
este es un incentivo claro para que un buen gestor de personas promueva el
bienestar de los empleados. Aunque en ocasiones ese jefe -a su vez- puede ser
otra víctima del estrés.
Es bueno entablar una conversación
abierta con el jefe. No para presentar una lista de quejas y agravios, sino
para sugerir un plan que controle aquellas situaciones de estrés que hayas
identificado para poder realizar mejor tu trabajo. Ello implica, claro está, una
preparación previa a tal fin, y los objetivos de este plan deberían incluir
mejorar tus habilidades en áreas como la gestión del tiempo, clarificar que se
espera de ti, e incluso si lo consideras apropiado hacer cambios en tu ambiente
de trabajo físico.
5. El mito de desconectar
Digo bien, mito. Está claro que hay un
tiempo para el trabajo y un tiempo para la vida personal y en esta caben (o
deberían caber) muchas cosas: familia, amigos, actividad física, aficiones,
nuestro autocuidado, nuestras gestiones… Algunas de las cosas de la vida
personal son gratificantes, pero otras no lo son (que levante el dedo a quién
le guste hacer gestiones burocráticas, rellenar formularios o la declaración de
renta).
Con ello quiero decir que de la misma
manera que no es bueno “llevarse el trabajo a casa”, tampoco lo es emplear
buena parte de nuestro tiempo de trabajo en gestiones personales (siempre hay
excepciones y temas importantes, claro), porque si vamos interrumpiendo
continuamente nuestra tarea posiblemente lo único que consigamos es tener que
añadir tiempo extra a nuestra jornada laboral.
En resumen, habría que desconectar en
los dos sentidos. Por otra parte, si ocasionalmente algo se nos requiere desde
el trabajo en nuestro tiempo de descanso, tampoco hay que vivirlo como una
ofensa o un agravio, siempre que sea una excepción. En realidad, la molestia
que nos produce saber algo de nuestro trabajo cuando no estamos en él, es una
señal inicial de nuestro estrés, ya que la persona que sufre estrés laboral
desarrolla casi una fobia al mismo. Los fines de semana no se disfrutan porque
se está esperando la llegada del lunes con gran amargura…
Pero volvamos al “desconectar” y ya
nos entendemos. Ante todo, cuidar de los
hábitos saludables: dormir las horas suficientes y con buena calidad de sueño,
una dieta equilibrada, evitar el consumo de alcohol (especialmente para
relajarse de la jornada laboral). Ser organizados también en nuestras tareas
domésticas y de gestión ya que si nuestro hábitat es un espacio ordenado y sin
tumultos se reduce nuestro estrés global. Dedicar tiempo a las personas que
queremos (que obviedad) nos aporta grandes beneficios a nuestra salud, incluso
acariciar a una mascota (está bien estudiado esta cuestión si la mascota es un perro o un gato) nos disminuye la
presión arterial y las pulsaciones cardíacas.
Y un poquito de tiempo para
nosotros mismos, aunque sea solo un poquito cada día, un breve paseo, leer el
diario con calma, unas páginas de un buen libro y aunque suene paradójico,
evite los libros de autoayuda (lea una buena novela) y las pantallas (al menos
antes de ir a dormir).
Disfrute de las vacaciones y de su tiempo libre... y si lo precisa, consulte a un profesional.
Como veis he utilizado viñetas del genial humorista gráfico español Antonio Fraguas Forges (Madrid, 1948).
Forges es un humorista que utiliza un personal trazo de línea gruesa y un lenguaje extraído directamente de la calle, aunque ha inventado palabras y modismos léxicos. En su obra ocupa un lugar fundamental el costumbrismo y la crítica social.
Gracias por estas oportunísimas recomendaciones, y por las maravillosas viñetas de Forges, que tan bien las ilustran.
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