A menudo, un familiar de un paciente mío que sufre depresión me
pide mi opinión acerca de cómo puede ayudar al enfermo. Normalmente, la frase
suele ser
“Y la familia ¿cómo le tenemos que tratar?
Mi respuesta es: normal, con la mayor normalidad posible, teniendo
en cuenta que quién sufre una depresión está padeciendo una enfermedad, y no
desea encontrarse así. De todas formas hay unos puntos esenciales que pueden
orientar:
1.
Tener información real acerca de la enfermedad.
En libros especializados, en la red
hay disponible mucha información sobre enfermedades. Sin embargo, quien mejor
puede ilustrar la situación de su familiar es el paciente que le trata.
No obstante, aquí van unos datos
reveladores:
a)
El término médico hace referencia a un síndrome de la esfera
afectiva, con tristeza patológica, decaimiento e incluso irritabilidad, que
limita la actividad vital del individuo. Además en la depresión pueden
presentarse síntomas cognitivos, volitivos
y somáticos.
b)
No existe un único diagnóstico de depresión, sino diversas
categorías diferentes recogidas en los manuales de diagnóstico (es decir, una
cuadro de depresión no tiene que ser idéntico a otro).
c)
Se trata de una afección frecuente, con tasas de prevalencia del
3% de la población general. Según la OMS en el mundo hay más de 350 millones de
personas que la sufren. Para hacernos una idea de la magnitud de esta cifra,
equivaldría a la mitad de la población europea, y siendo superior el número de
personas con depresión en el mundo que el de habitantes de los Estados Unidos. Impresiona
¿no? Además, está enfermedad afecta casi el doble a mujeres que a hombres.
En el mundo, el equivalente de la mitad de la población europea sufren de depresión |
d)
Las causas no están totalmente delimitadas, pero está claro que
en su aparición influyen aspectos genéticos, biológicos, psicológicos y
sociales.
2.
La depresión no
siempre es “explicable”
Estamos acostumbrados a asumir que una persona esté triste si le
ha ocurrido alguna desgracia. Pero esta presunción no siempre se cumple en los
trastornos depresivos, más bien por lo general no es así y no ha ocurrido un
acontecimiento vital negativo tras el que al paciente le sobrevenga la
depresión.
Por lo tanto, de poco valdrán palabras de aliento como “no tienes ningún motivo para encontrarte
así”. Esta frase ya se lo
repite el propio paciente a sí mismo.
Lo terrible de la depresión es que uno está triste y desesperado
sin saber por qué.
3.
Aconsejar cuidadosamente.
Con gran frecuencia los pacientes con depresión reciben
auténticos bombardeos de consejos y “terapias de estar por casa” de sus familiares
y amigos… “Tienes que salir y distraerte”, “lo tienes que hacer tú”, “si
tu no poner de tu parte”…
Estas frases bienintencionadas tampoco suelen ser de mucha ayuda
(más bien diría que de ninguna ayuda). El paciente se siente triste, abatido y
culpable por sentirse mal, y también se dice a si mismo que debería superarse…
pero el gran drama es que en ese momento NO PUEDE.
Por ello, el escuchar el consabido repiqueteo de que “tiene que
poner de su parte” no hace sino agravar el sentimiento de culpa y desesperanza,
sin que se le dé ninguna herramienta para el cambio.
Sin embargo, un buen consejo es repetir al paciente que su
depresión ES UNA ENFERMEDAD y como tal CURABLE y que su estado es PROVISIONAL y
pasajero. Que confíe en sus médicos que
le ayudarán, y que nosotros estaremos a su lado TODO el tiempo y para TODO lo
que precise.
4.
Escuchar y acompañar
En ocasiones el paciente preferirá estar solo, y ni siquiera
sabe explicar que le ocurre; en otras ocasiones le será útil la compañía.
Hay que pensar que establecer un puente emocional requiere su
tiempo y difícilmente puede forzarse… Pero hay que estar allí, atento y con
paciencia. Cuando el paciente desee hablar, hay que escucharle, sin
contradecirle ni minimizar sus inquietudes. No ayuda para nada si alguien
expresa una preocupación decir algo como “te
preocupas por tonterías” y
mucho menos “eso es que no
tienes ningún problema”.
A veces los pacientes se encuentran más a gusto en compañía de sus mascotas, que nada les dicen, y que solo "están ahí".
A veces los pacientes se encuentran más a gusto en compañía de sus mascotas, que nada les dicen, y que solo "están ahí".
"Tu sí que me entiendes" |
Tampoco es preciso que le desgranemos todas las soluciones que los demás vemos claras
y obvias. Los pacientes con depresión tienen un filtro cognitivo hacia lo
negativo, y no ven las soluciones, solo los problemas, y eso es una de las
características de su enfermedad.
5.
No hacer culpable al paciente.
Por mucho que estemos sufriendo porque vemos a nuestro ser
querido con una depresión, no debemos cargarle además con nuestra inquietud o
impotencia. Decir cosas como “haz
un esfuerzo por mí”, “yo también
estoy pasándolo mal”, no le ayudarán sino que además le abrumarán.
Y si el paciente no actúa como creemos que debe, el familiar no
tendrá que dar por sentado que “no
quiere hacer nada para mejorarse”.
6.
Respetar el
tratamiento y la relación médico-paciente.
Asimismo, se debe ser cuidadoso con el tratamiento que recibe
nuestro pariente y también con el profesional que lo prescribe.
En ocasiones he visto que se utiliza el tratamiento como arma
arrojadiza, cuando hay un desencuentro o discusión con el paciente, se
prescinde de su criterio y pueden usarse argumentos que desautorizan al
paciente para zanjar una discusión “¿ya
te has tomado hoy la medicación?”, o bien “esto
lo sabe tu médico, si no ya se lo diré yo”.
Para el paciente el psiquiatra debería ser un faro entre bruma |
En otros casos, la medicación y la relación con los médicos y
psicólogos es puesta en tela de juicio “tanta pastilla no te sirve para
nada”, “vas ahí solo para
escuchar lo que quieres oír”. Lógicamente esto desconcierta al paciente,
que en muchos casos se siente culpable no sólo por sufrir el trastorno
depresivo, sino por recibir tratamiento farmacológico “a mi marido no le
gusta que tome pastillas, él es anti-medicación” (o no cree en los psicólogos, o en los
psiquiatras… o incluso cuestiona la existencia de la depresión como enfermedad).
Estas aseveraciones solo consiguen que el paciente además de sufrir una
enfermedad, se sienta culpable y esté en permanente conflicto con respecto a su
tratamiento.
Estas actitudes negativas de la familia normalmente se producen
en función del tiempo de evolución del cuadro depresivo. Si la enfermedad se ha
prolongado produce efectos en el entorno, que no so desdeñables: preocupación,
sobrecarga emocional, incomprensión e incluso hastío… que naturalmente el
paciente percibe e incrementa su sentimiento de culpabilidad, empeorando el
cuadro inicial.
Las depresiones se curan |