El estigma en la salud mental |
Diálogo real entre dos amigos, (ó lo que mi memoria alcanza) escuchado
involuntariamente en un cine:
El: -¿Qué?
Qué tal estás?
Ella: - Mejor, mi médico me ha dado un nuevo antidepresivo
y estoy mejor…
El (interrumpiéndola): -Yo no se porqué no te dejas de tantas
pastillas, solo consigues que te atonten.
Ella: -
No, la verdad es que me empiezo a sentir mejor, hace dos semanas no habría
podido seguir una película y ni me hubiera atrevido a salir de casa… Creo que
el psiquiatra y el tratamiento me están ayudando.
El: (vehemente y resoplando): -Buf… Vaya tontería. Mira, te tienes que ayudar tu misma… Yo también he
tenido mis problemas y me los he resuelto yo (énfasis en el yo). Hoy estás
mejor porqué te has decidido a salir… Y eso debes hacer, animarte. Oye tu no
tienes problemas para estar así, pero continúa empastillandote y acabarás como
una zombie.
Ella (apagada y con un hilo de voz): -No se… quizá sí que no pongo de mi
parte.
El solitario camino de la enfermedad mental |
Las personas que sufren una afección psíquica deben afrontar una doble
dificultad para recuperarse de la misma: el trastorno en sí y los prejuicios e
incluso las discriminaciones que recibe por padecerla.
Hablamos del estigma social, una carga de sufrimiento añadido, que
incrementa de forma totalmente innecesaria los problemas de la enfermedad… y
que en ocasiones constituye uno de los principales obstáculos para la obtención
del tratamiento y el éxito de la recuperación.
El origen del estigma está en estereotipos y mitos injustos heredados de
siglos de incomprensión hacia algunas enfermedades. Históricamente, ciertas
dolencias han despertado prejuicios hacia quienes las padecen. Desde la Edad
Antigua eran discriminado los que padecían lepra. En la Edad Media, los
afectados por la peste bubónica. En el siglo XIX, los afectados de
tuberculosis. Más recientemente aquellos que sufrían cáncer o sida. Pero la
discriminación de las personas con un trastorno psíquico ha sido una constante
a lo largo de los siglos.
El estigma se ha mantenido a lo largo de los siglos |
De alguna manera se han perpetuado los estereotipos, y a pesar de la
divulgación acerca de estos trastornos, existen unas ideas “aceptadas” por la
sociedad y que permanecen invariables. La reiteración de estos estereotipos han
creado una corriente de pensamiento que se ven reflejados en el día a día (como
en el diálogo anterior, en el que un supuesto “no paciente” afea a una
“paciente” el hecho de estar deprimida, el tratamiento que recibe y le conmina
a que se ponga buena con su solo esfuerzo… y supongo que todo ello, dicho con
la mejor de las intenciones).
Al paciente con una dolencia psíquica se le percibe "diferente" |
El estigma es la etiqueta que se pone sobre la persona y resulta muy
difícil desprenderse de ella. Llega a ocultar a ese hombre o esa
mujer, porque se la identifica plenamente con el hecho por el que se le
etiqueta. El lenguaje da buena muestra de cómo la enfermedad mental se
identifica como único rasgo de la personalidad de quienes la padecen. Si tiene
esquizofrenia, pasa a ser “esquizofrénico”; si sufre depresión, es una persona
“depresiva”. Algo que actualmente no sucede con otras enfermedades, porque a
quien padece cáncer no se le llama “canceroso”, aunque si que he oído alguna vez la
acepción “sidoso” de forma peyorativa.
El paciente también se cree "diferente" |
Una de las consecuencias más graves de la discriminación es la creación
del autoestigma. Los prejuicios
en muchos casos afectan a los enfermos hasta el punto que los asumen como
verdaderos, y pierden la confianza
en su recuperación y en sus capacidades para llevar una vida normalizada.
Estereotipos y prejuicios acaban por instalarse en la persona, que asume esas
actitudes marginadoras y se autodiscrimina.
Hace pocos días escuchaba la frase:
“¿Quién
me querrá si tengo crisis de ansiedad?”
Y esto me lo estaba diciendo una mujer inteligente y atractiva, que lleva una
vida totalmente normal, cumpliendo con su trabajo y sus obligaciones, a pesar
de sufrir síntomas de ansiedad (ahora ya muy esporádicos) y que ha aprendido a
manejar y lidiar con ellos.
Esto es, el estigma social y el propio autoestigma generan reacciones emocionales negativas, con una merma
de la sensación de dominio sobre su vida, y una visión también negativa acerca
de sus capacidades, cualidades, y una renuncia a objetivos vitales totalmente legítimos.
Todas las personas somos como nubes. Iguales y diferentes a la vez |
Las imágenes que he utilizado son obra del fotógrafo español Chema Madoz (Madrid, 1958) al que en el año 2000 le fue concedido el Premio Nacional de Fotografía.
Madoz destaca por sus trabajos en blanco y negro, de corte surrealista. Su obra recoge objetos cotidianos, compuestos a través de hábiles juegos de imaginación, a modo de pequeños poemas visuales. Las perspectivas y texturas juegan un importante papel en el resultado final de la imagen.
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