domingo, 26 de octubre de 2014

ÉBOLA, MIEDO, HIPOCONDRÍA

Excalibur, la espada del Rey Arturo
Así se llamaba el perro de Teresa Romero. No soy capaz de poner una imagen del animal.

En diciembre de 2013 se originó en la República de Guinea la actual epidemia del Ébola (el primer caso documentado fue en 1976 y hasta la epidemia actual, la OMS había reportado algo más de mil setecientos casos). Sin embargo, a lo largo de 2014 la infección se ha extendido por África Occidental a otros países: Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Senegal y Mali (no siendo todos contiguos entre sí). Y como sabemos, en el mes de Octubre se han detectado casos en Estados Unidos y España (personal sanitario que se ha contagiado cuidando a personas que habían contraído la enfermedad en África).

Situación en África Occidental, la pasada semana. 

Como siempre,  el Primer mundo es bastante indiferente a lo que sucede en el Tercer mundo. Sabemos que existen guerras, enfermedades, hambre, miseria… Lo sabemos, pero nos queda un poco lejos, salvo para aquellos que tienen voluntad de ayudar y se trasladan a esas zonas. De antiguo, misioneros vinculados a la Iglesia a los que en el auge de la globalización del siglo XX se unieron los cooperantes de las ONG.

Sin embargo, el Primer mundo se inquieta y alarma cuando alguno de los males que asolan a los menos favorecidos del planeta se nos acerca… entonces cunde el pánico, y algo de esto ha ocurrido con los contagios del virus del Ébola en España y Estados Unidos.

Esta enfermedad, hablando con propiedad la “fiebre hemorrágica producida por virus Ébola” tiene además todas las características para generar temor, pavor y fomentar la hipocondría, que nada tienen que ver con la realidad de la enfermedad.

Si consideramos el número de casos y las circunstancias en que se han producido los contagios, la alarma social es, por lo menos, exagerada y el miedo desproporcionado en virtud del riesgo objetivo, por las razones que se han descrito exhaustivamente por los médicos expertos en enfermedades infecciosas (como por ejemplo, las páginas de la OMS). En estas páginas hay una nota esperanzadora ya que la OMS felicita al Senegal por haber detenido la transmisión del virus, y declara oficialmente el fin del brote de la enfermedad en su territorio. 

El Lac Rose, en el norte de Senegal

Médicos de nuestro país han alertado de otro riesgo que puede tener el virus del Ébola: que el miedo al contagio haga que personas con enfermedades no acudan a consultas médicas o urgencias hospitalarias, por miedo al contagio (del Ébola).

También los profesionales de la Salud Mental (psiquiatra y psicólogos) apuntan el incremento de la ansiedad y de la ideación hipocondríaca acerca de este mal, Por ello, también se han establecido protocolos para ayudar a la población a manejar el temor que les produce. 

Es posible que la alarma se deba a las confusas informaciones iniciales. También las aparatosas medidas de seguridad (trajes, protocolos, esclusas) aunque necesarias o mejor dicho indispensables contribuyen a la sensación de espanto. Y como no, la sensación de que esa seguridad en la que creemos vivir es frágil.

Sin embargo, seamos sensatos, hay peligros situados mucho más arriba en la lista de aquello que puede perturbar nuestra salud, y a los que damos poca importancia: tabaco, alcohol y otras drogas (por ejemplo, cocaína), estilos de vida, el tránsito…

Pero hay algo de atávico en el temor al Ébola, como si en este siglo XXI se repitieran los temores asociados a los de la peste medieval. 




Este el el mapa de la peste negra que asoló el continente europeo  en el siglo XIV. Se estima que fue la causa de la muerte de unos veinticinco millones de personas tan sólo en Europa, y unos 40 a 60 millones más en Asia. La teoría aceptada explica que fue causado por una variante de la bacteria Yersinia pestis. 

La película australiana de 1988 "El Navegante: una odisea medieval" recoge la historia de un joven, Connor, y el grupo de personas que hacen una singular peregrinación para salvar a su pueblo de la peste. 

Cualquier pueblo de Europa en 1347.
Abajo, los peregrinos








La lejana catedral.

Connor se enfrenta a la realidad









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