Casi todos los
adultos afirmaríamos que el tiempo pasa muy aprisa. Que se nos escurre de entre
los dedos, ahora mismo estamos a mediados de marzo, casi no nos hemos
recuperado de las comilonas de las fiestas… que a la vez quedan muy lejanas en
nuestro recuerdo. Está a punto de llegar la primavera y con ello las mini-vacaciones
de Semana Santa y tras eso el último trimestre de curso, verano… y casi sin que
nos demos cuenta volverán a colgar las luces en las calles para celebrar una nueva
Navidad.
Y entonces nos
acordamos de nuestra infancia cuando la percepción del tiempo era muy
diferente. Una tarde podía ser larguísima y preguntábamos a nuestros padres
cuando iba a ser de nuevo nuestro cumpleaños, o cuando sería domingo o fiesta
en el colegio o cuando llegarían los Reyes Magos. Y esos intervalos eran
eternos, mejor dicho eteeeeeeeeernos. Nos entraba prisa por hacernos mayores y
tener más privilegios, y nos aburríamos (bendito aburrimiento), todavía no
sabíamos todavía que el gran privilegio era disponer de tiempo y de la posibilidad
de aburrirse.
Qué larga es la infancia |
No sé si los niños
de hoy en día -hiperestimulados tanto en el colegio con sus múltiples y
variadas actividades y también con su calendario de extra-escolares, su agenda
social repleta de cumpleaños, la televisión, dvd, blurays, películas, sus
maquinitas para jugar (y las nuestras que les prestamos para que no molesten),
sus mini-smartphones y demás artilugios que atesoran- tienen esa sensación que
teníamos aquellos que calzamos más de cincuenta: la sensación de lentitud del
tiempo, que larga fue nuestra infancia. Quizá no, posiblemente sea una cuestión
de estímulos.
Vuelvo de nuevo a
la percepción del tiempo en los adultos.
Clásicamente siempre se había descrito que los pacientes afectos con
depresión (y especialmente dentro de la categoría que llamábamos endógena o
endogenomórfica) percibían el paso del tiempo con mayor lentitud . Aunque
esta percepción no era la propia de la infancia, sino que esa lentitud ese
arrastrarse del tiempo era más bien angustioso, como si uno estuviera
suspendido en un “agujero negro” y no supiera que hacer, que pensar o como
salir de allí y de ese estado de vacío tremendo y opresivo.
Estar con depresión es vivir en un paisaje oscuro |
Pues bien, un
estudio reciente de la Universidad Johannes Gutenberg de la alemana ciudad de
Mainz ha cotejado estudios sobre el tema, hallando que en comparación con los
individuos sanos las personas con depresión tienen una sensación subjetiva de
que el tiempo pasa más lentamente. No así cuando se les pide juzgar la duración
de un intervalo de tiempo específico (por ejemplo segundo o varios minutos),
entonces las estimaciones son tan precisas como las de los sujetos sanos.
Es decir, a las
personas con depresión “el cronómetro” les funciona bien, no así su valoración
del transcurso del tiempo (o el sentido subjetivo del tiempo).
¿Por qué no transcurre el tiempo? |
¿Cómo puede suceder
tal discrepancia?
Recapitulemos, el
sentido subjetivo del tiempo es lo que hace que tengamos una noción del pasado,
del presente y del futuro y está influenciada por muchos factores externos e
internos a nuestro organismo. El tiempo vuela cuando lo estamos pasando bien,
cuando nos gusta lo que hacemos, cuando estamos motivados, cuando en lo que
estamos es nuevo o estamos muy ocupados. Contrariamente, el tiempo parece
detenerse cuando lo pasamos mal, esperamos con impaciencia, tenemos prisa,
estamos enfermos, cansados o incómodos.
En el cerebro
humano no existe un único reloj biológico que marque el tiempo subjetivo, sino
que quizá diferentes relojes que incluso pueden no estar sincronizados. De
hecho, son muchas las partes del cerebro que han sido involucradas en esta
percepción: el cortex auditivo y visual, la corteza prefrontral, los ganglios
basales e incluso el cerebelo. Una red amplia de neuronas podría estar entonces
implicada en esta percepción subjetiva, aunque existe una cierta
especialización. Y desde luego, en la depresión, los procesos cerebrales no
están funcionando bien.
El drama de la
enfermedad que llamamos depresión, es que los pacientes que la sufren están
experimentando eso, un sufrimiento y una agonía que además queda como “suspendida”
en el tiempo, al percibirlo con exasperante lentitud.
Atrapado en la angustia y el desánimo |
Imaginemos algún
dolor físico (un dolor de muelas) que nos dure unas tres o cuatro horas, una
tarde… pero que lo percibiéramos como si nunca fuera a acabar. Pues bien, los
pacientes con depresión prefieren (aunque no hay posibilidad de hacer el canje)
un dolor físico intenso que el dolor moral de la tristeza, la angustia y la
desesperanza que acompaña al estado de ánimo que se presenta en un cuadro
depresivo.
Me ha gustado este post y me sorprende lo bien que eliges las fotos. ¿de donde las sacas?
ResponderEliminarMe ha gustado este post y me sorprende lo bien que eliges las fotos. ¿de donde las sacas?
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