Como sucede tras
las vacaciones, la irrupción del otoño hace que en páginas de consejos de
salud, ya sean páginas de papel o virtuales, se nos alerte de ciertas cosas que
pueden acaecer en esta época: los virus estacionales, la tristeza otoñal, la
necesidad de consumir vitamina C….
La redactora de una
revista de esas llamadas “femeninas” me pide que colabore en un artículo que
elaboran sobre frío y depresión, y me pasa un mini-cuestionario de tres
preguntas. No he visto el resultado,
pero supongo que el espacio en papel será limitado. Y aprovechando que el espacio
virtual puede tender a infinito, me aprovecho de lo ya escrito para esta
entrada.
¿Cómo
afecta el frío a la depresión?
En realidad el frío no afecta de ninguna forma significativa a los síntomas
de los Trastornos Depresivos (que no se tratan de una sola entidad clínica sino
de varias y también con formas variadas en su presentación).
Como anécdota cabe señalar que algunos pacientes con depresión suelen presentar una intolerancia al frío como
resultado de una alteración de la regulación de la temperatura corporal, que
acompaña a otros síntomas somáticos en las depresiones endogenomórficas (pero
esto lo sufren independientemente del clima e incluso es llamativo que se
quejen de pasar frío durante el verano).
Climatológicamente hablando, el fenómeno que más influye en los Trastornos
Afectivos (no solo los Trastornos Depresivos sino también el Trastorno Bipolar)
es la variación en el número de horas de luz, especialmente la disminución de
horas de insolación. A su vez, podemos distinguir dos condiciones diferentes:
- Pacientes afectados de
Depresión Mayor Recurrente o de Trastorno Bipolar, (generalmente en su
fase depresiva) que experimentan un empeoramiento de su condición clínica
en el cambio estacional del otoño. Se calcula que entre el 20 y el 25% de
los pacientes con estos diagnósticos presentarán lo que se conoce como un
“curso con patrón de evolución estacional”.
- El llamado “Trastorno Afectivo Estacional” (o SAD por sus siglas e inglés), descrito por el psiquiatra sudafricano Norman Rosenthal, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Georgetown. El Dr. Rosenthal se basó en su propia experiencia al trasladarse de la soleada Johanesburgo a la nubosa Nueva York otoñal. Aunque este trastorno no está tipificado por la psiquiatría oficial como un diagnóstico separado de otros trastornos depresivos, su elevada incidencia en algunas zonas del planeta hacen que sean reconocido como tal.
El Trastorno Afectivo Estacional
Inicialmente el Dr. Rosenthal
llamó al TAE (Trastorno Afectivo Estacional)
“winter blues” (tristeza del invierno).
Dr. Norman Rosenthal |
y su exitoso libro "Winter blues" |
Se trataría de pacientes que presentan un estado de ánimo normal durante
la mayor parte del año, y que en período invernal presentan una dificultad para
levantarse por la mañana, molestias digestivas, hipersomnia diurna, hiperfagia,
es decir aumento del apetito realizando especialmente una mayor ingesta de
carbohidratos. También se experimenta
falta de energía, con mayores dificultades para la realización de las
tareas cotidianas, mala concentración y tendencia al aislamiento social. Dentro
del cuadro se reconocen una formas más grave, que en casos extremos pueden
conllevar incluso ideación y riesgo suicida, y un subtipo leve o subsindrómico.
"Dolce far niente" pintura del francés Auguste Toulmouche (1829-1890) |
El Trastorno Afectivo Estacional, suele
aparecer en la edad adulta temprana (a partir de los 20 años, aproximadamente)
y como todas los síndromes depresivos, es más frecuente en mujeres.
Este Trastorno Afectivo
Estacional se presenta primordialmente el regiones de latitud alta del
Hemisferio Norte; los estudios epidemiológicos han hallado tasas del 9,5% en Finlandia
y del 9,9% de la población general de Alaska, frente a la baja incidencia del
cuadro en zonas como Florida (1,4%). Estos datos se refieren al cuadro
depresivo completo, y para el cuadro menor o subsindrómico se elevarían hasta
el casi 25% en Alaska y el 15% en la totalidad de Estados Unidos.
Helsinki, en invierno: 9,5% de la población puede sufrir TAE |
No obstante, como no hay nada
nuevo bajo el sol, del trastorno descrito en el siglo XX por Rosenthal, encontramos
referencias en el “Libro del Origen y Hechos de los Godos” escrito en el siglo
VI por Jordanes, un historiador del Imperio Romano de Oriente, en alusión a la
influencia del clima en los habitantes de Escandinavia.
Escrito en el siglo VI, ya nos hablaba del carácter triste de los pueblos escandinavos |
Sin embargo, llama la atención
que los islandeses, cuyo hogar se encuentra justo en el límite del círculo
Polar Ártico, apenas presentan esta dolencia. Este curioso hecho se ha
explicado en base a alguna característica genética que protegiera a la población
de Islandia (que se ha mantenido relativamente aislada por su condición
insular) o bien por el elevado consumo de pescado de esta población (más de 90
kg/habitante/año). En Japón, otra zona del planeta que realiza un consumo
elevado de pescado, tambien se halla una baja tasa del Trastorno Afectivo
Estacional.
¿Lo
agrava de alguna forma?
Volviendo al frío, no, el frío no agrava la depresión.
Lo que parece ser determinante es la disminución de horas de luz.
Normalmente el cerebro “capta” la luz del sol a través de los fotoreceptores de
la retina, el estímulo lumínico genera señales eléctricas que a través del
nervio óptico viajan hasta el hipotálamo y el núcleo supraquiasmático, donde se
generan una serie de cambios en los neuropéptidos que a su vez producen algunas
hormonas y endorfinas y también se estimula la producción de serotonina y se
inhibe la de melatonina, esta última, la melatonina produce somnolencia y
letargo.
Se cree que este tipo de depresiones (o el agravamiento de un 25% de las
pre-existentes) el cerebro se adapta mal
o más lentamente a esta disminución del estímulo lumínico, por lo que puede
haber un déficit de serotonina, una alteración de los polimorfismos de este
neurotransmisor o un exceso de melatonina, o cualquier combinación entre estos
factores que provocaría los síntomas característicos del TAE. También se ha
planteado que un déficit de vitamina D podría ser relevante en este cuadro.
Aún así, esta fisiopatología no explica totalmente el porqué unas personas
pueden ser afectadas y otras no, ya hemos comentado la peculiaridad de los
habitantes de Islandia, que como ya he mencionado se buscan razones en la influencia de factores genéticos y también de factores
ambientales como la dieta, y la predisposición personal a nivel caracterial.
En nuestra medio, el Trastorno Afectivo Estacional grave es poco frecuente
ya que vivimos en una zona con un número elevado de horas de sol anual, y con
un alto grado de luminosidad.
¿Añoranza del Sol? |
Sí que se
presentan algunos cuadros menores o subsindrómicos de escasa
gravedad; yo añadiría que es común que las personas acostumbradas al rutilante
verano se sientan algo desanimados ante el gradual acortamiento de los días en
el otoño… pero sin llegar a experimentar ningún síndrome clínico. En algún artículo que luego fue reproducido en prensa se habló de que en nuestro país esta afectación puede alcanzar al 15% de la
población, aunque como la cifra es similar a la de los estudios epidemiológicos
norteamericanos, puede haber sido mencionada por analogía. En cualquier caso,
los síntomas que aparecen son muy leves y transitorios.
Otro tema es el de aquellas personas que sufriendo un Trastorno Depresivo
Mayor experimenten un empeoramiento de su curso clínico, por ese patrón
estacional que ya hemos dicho que afectará al 25% de los pacientes.
¿Qué
podemos hacer para contrarrestarlo?
Para aquellos afectados de un Trastorno Afectivo (Depresión o Trastorno
Bipolar) es importante que en las épocas de cambio estacional sean
particularmente cuidadosos con el cumplimiento de su tratamiento, y al menor
indicio de empeoramiento acudan a su psiquiatra, que deberá evaluar y reajustar
su tratamiento.
En el caso de sentirnos algo melancólicos y abatidos por la llegada del
otoño, quizá sea conveniente que estemos alerta para ver como evolucionan estos
sensaciones. Si percibimos además fatiga, hipersomnia, empezamos a ingerir
dulces como si fuéramos a hibernar, y nos sentimos tristes y queremos aislarnos
del exterior… es el momento de consultar a un médico, especialmente si este
cuadro lo hemos experimentado otros años en la misma época. Así, el
especialista podrá establecer si existe algún factor orgánico que lo provoque
(el aludido déficit de vitamina D u otras causas) y si es necesario un
tratamiento (que puede ser una terapia de estimulación lumínica bajo
supervisión médica, la prescripción de algún antidepresivo de baja potencia, o
realizar una psicoterapia…) según las características del cuadro y de cada
cual.
Y para todos, dos sencillos consejos:
- Consumir una dieta
equilibrada, rica en vitaminas y en ácidos grasos como el omega-3.
Recordemos que el consumo de pescado se ha propuesto como un factor para
disminuir el riesgo de padecer síndromes depresivos. Evitar la
sobreingesta de carbohidratos, sobre todo dulces para compensar el
desánimo.
- Realizar paseos y
ejercicio físico al aire libre y preferiblemente durante las horas de luz
diurna.
Y para aquellos que el otoño o el invierno simplemente no les guste, solo
hay que recordar que la Tierra sigue su elíptico viaje alrededor del Sol, por
lo que siempre vuelve la primavera.