Los
psicofármacos (es decir los fármacos utilizados en las afecciones psíquicas)
tienen muy “mala prensa”. A diario visito a personas que me indican que
preferirían “no tomar pastillas” porque crean adicción, porque pueden tener
efectos secundarios, porque no quieren dejar de ser ellos mismos o porque no
quieren ir “como zombis”.
¿De dónde
procede la mala fama de estos productos farmacológicos? Creo que estas
prevenciones se sustentan en cuatro pilares:
- “Lo que se cree” acerca de la enfermedad mental y los padecimientos psíquicos.
- La alarma generada en los medios de información (incluida la red) por la elevada y creciente dispensación de estos fármacos.
- Algunas pautas “alegres” de prescripción de estos productos, por parte de profesionales (no siempre especialistas en salud mental).
- Los efectos adversos de los fármacos.
La creencia acerca de la enfermedad
mental:
Para
algunas personas los padecimientos psíquicos (salvo en los diagnósticos más
graves, e incluso en éstos) son producto de una fragilidad moral o una
debilidad de carácter del individuo que los sufre.
Por tanto,
para todo aquel que piense así (a veces el propio paciente que esta sufriendo
un cuadro clínico) sería superfluo e incluso contraproducente tomar una
medicación, ya que vendría a reforzar la “debilidad” antes aludida.
Sin
embargo, esto no puede ser más erróneo. Aquella persona que sufre un distrés
psíquico está sufriendo una enfermedad, y en muchos casos (no siempre, pero en
muchos casos repito) requerirá una intervención farmacológica, para el alivio
de los síntomas o la recuperación de un proceso.
Vías implicadas en la actuación de los psicofármacos |
La información:
Últimamente
la prensa alerta de la elevada prescripción de psicofármacos en nuestro medio
(y en nuestro mundo). Realmente es así, son productos con una elevadísima
prescripción.
Usuarios de psicofármacos a nivel mundial |
Sin
embargo, tenemos que considerar la epidemiología de las enfermedades psíquicas
y su elevadísima prevalencia. Repasemos algunos datos:
- Un 25% de la población padecerá alguna enfermedad mental a lo largo de su vida. (Una de cada cuatro personas).
- Las enfermedades mentales suponen el 40% de las enfermedades crónicas y la mayor causa de los años vividos con discapacidad.
- El impacto de los trastornos mentales en la calidad de vida es superior al de las enfermedades crónicas como la artritis, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
- Se espera que en 2020 la depresión sea la primera causa de enfermedad en el mundo desarrollado.
- En la Unión Europea, 18,4 millones de personas de edades comprendidas entre 18 y 65 años, padecen cada año de una depresión entre moderada y grave.
- En España, el 9% de la población general padece en estos momentos un trastorno mental. Si consideramos el riesgo a lo “largo de la vida” el 19% de los españoles sufrirán una enfermedad psíquica.
Leyendo
estos datos, ¿no parece plausible la elevada prescripción de fármacos que intenten curar o cuando menos aliviar los síntomas de estos pacientes?
La dispensación “descuidada”:
Por último,
y sin ánimo de controversia, creo que en ocasiones algunos psicofármacos
(especialmente ansiolíticos y antidepresivos inhibidores de la recaptación de
serotonina) se han prescrito con cierta “alegría”:
- En muchos casos, abrumados médicos generales prescriben alguno de estos productos cuando detectan síntomas psíquicos (casi siempre llanto, ansiedad o preocupación). Evidentemente, tienen formación para ello, pero el contexto de presión y falta de tiempo en el que se realizan las visitas creo que no da para poder afinar. En algunas ocasiones los pacientes precisarían una intervención psicoterapéutica; en otros, la prescripción es correctísima, pero no se lleva a cabo todo el tiempo que se precisaría… o por el contrario, y a través del sistema de receta electrónica se mantiene casi indefinidamente.
- Los pacientes con afecciones psíquicas, son notables consumidores de recursos de salud, y las somatizaciones que sufren les hacen acudir a otros especialistas (digestólogos, neurólogos, cardiólogos, internistas), que suelen añadir un “toque de psicofármaco” a sus recetas. Con lo cual, pueden no diagnosticarse cuadros que requerirían una atención más precisa y cuidadosa, con el consiguiente riesgo para el paciente.
Para algunas cosas no existe medicación |
Los efectos adversos de los psicofármacos:
Todos los fármacos tienen efectos secundarios. Es decir, aquellos que se producen a dosis terapéuticas y difieren del efecto "diana" que se busca con el producto. Por ello, es indispensable una buena evaluación teniendo en cuenta el cuadro clínico a tratar, la edad y características de salud general del paciente, las posibles interacciones, etc. Es decir, lo que los especialistas denominamos evaluar el cociente riesgo/beneficio.
Es muy importante valorar el cociente riesgo/beneficio |
Por lo general, los psicofármacos que actualmente utilizamos para los padecimientos psíquicos ambulatorios son bien tolerados, y en cualquier caso la tarea de un buen psiquiatra es advertir al enfermo de los efectos adversos que puede sufrir, la duración de los mismos y disponer de una atención cuidadosa para cualquier duda que pueda surgir a nuestro paciente.
Los psicofármacos son útiles. Como toda herramienta terapéutica tienen sus indicaciones, sus limitaciones, sus ventajas e inconvenientes. Gracias a ellos, ha mejorado la calidad de vida de muchos pacientes. No son instrumentos de alienación.
Uso de un ansiolítico, según el genial Quino |
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