sábado, 6 de julio de 2013

La mala fama de los PSICOFÁRMACOS


Los psicofármacos (es decir los fármacos utilizados en las afecciones psíquicas) tienen muy “mala prensa”. A diario visito a personas que me indican que preferirían “no tomar pastillas” porque crean adicción, porque pueden tener efectos secundarios, porque no quieren dejar de ser ellos mismos o porque no quieren ir “como zombis”.

¿De dónde procede la mala fama de estos productos farmacológicos? Creo que estas prevenciones se sustentan en cuatro pilares:

  1.   “Lo que se cree” acerca de la enfermedad mental y los padecimientos psíquicos.
  2.  La alarma generada en los medios de información (incluida la red) por la elevada y creciente dispensación de estos fármacos.  
  3. Algunas pautas “alegres” de prescripción de estos productos, por parte de profesionales (no siempre especialistas en salud mental).
  4. Los efectos adversos de los fármacos.
La creencia acerca de la enfermedad mental:
Para algunas personas los padecimientos psíquicos (salvo en los diagnósticos más graves, e incluso en éstos) son producto de una fragilidad moral o una debilidad de carácter del individuo que los sufre.
Por tanto, para todo aquel que piense así (a veces el propio paciente que esta sufriendo un cuadro clínico) sería superfluo e incluso contraproducente tomar una medicación, ya que vendría a reforzar la “debilidad” antes aludida.
Sin embargo, esto no puede ser más erróneo. Aquella persona que sufre un distrés psíquico está sufriendo una enfermedad, y en muchos casos (no siempre, pero en muchos casos repito) requerirá una intervención farmacológica, para el alivio de los síntomas o la recuperación de un proceso.
Vías implicadas en la actuación de los psicofármacos


La información:
Últimamente la prensa alerta de la elevada prescripción de psicofármacos en nuestro medio (y en nuestro mundo). Realmente es así, son productos con una elevadísima prescripción.
Usuarios de psicofármacos a nivel mundial

Sin embargo, tenemos que considerar la epidemiología de las enfermedades psíquicas y su elevadísima prevalencia. Repasemos algunos datos:
  •  Un 25% de la población padecerá alguna enfermedad mental a lo largo de su vida. (Una de cada cuatro personas).
  • Las enfermedades mentales suponen el 40% de las enfermedades crónicas y la mayor causa de los años vividos con discapacidad.
  • El impacto de los trastornos mentales en la calidad de vida es superior al de las enfermedades crónicas como la artritis, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
  •  Se espera que en 2020 la depresión sea la primera causa de enfermedad en el mundo desarrollado.
  •  En la Unión Europea, 18,4 millones de personas de edades comprendidas entre 18 y 65 años, padecen cada año de una depresión entre moderada y grave.
  • En España, el 9% de la población general padece en estos momentos un trastorno mental. Si consideramos el riesgo a lo “largo de la vida” el 19% de los españoles sufrirán una enfermedad psíquica.
Leyendo estos datos, ¿no parece plausible la elevada prescripción de fármacos que intenten curar o cuando menos aliviar los síntomas de estos pacientes?


La dispensación “descuidada”:
Por último, y sin ánimo de controversia, creo que en ocasiones algunos psicofármacos (especialmente ansiolíticos y antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina) se han prescrito con cierta “alegría”:
  • En muchos casos, abrumados médicos generales prescriben alguno de estos productos cuando detectan síntomas psíquicos (casi siempre llanto, ansiedad o preocupación). Evidentemente, tienen formación para ello, pero el contexto de presión y falta de tiempo en el que se realizan las visitas creo que no da para poder afinar. En algunas ocasiones los pacientes precisarían una intervención psicoterapéutica; en otros, la prescripción es correctísima, pero no se lleva a cabo todo el tiempo que se precisaría… o por el contrario, y a través del sistema de receta electrónica se mantiene casi indefinidamente.
  • Los pacientes con afecciones psíquicas, son notables consumidores de recursos de salud, y las somatizaciones que sufren les hacen acudir a otros especialistas (digestólogos, neurólogos, cardiólogos, internistas), que suelen añadir un “toque de psicofármaco” a sus recetas. Con lo cual, pueden no diagnosticarse cuadros que requerirían una atención más precisa y cuidadosa, con el consiguiente riesgo para el paciente. 
Para algunas cosas no existe medicación

Los efectos adversos de los psicofármacos:
Todos los fármacos tienen efectos secundarios. Es decir, aquellos que se producen a dosis terapéuticas y difieren del efecto "diana" que se busca con el producto. Por ello, es indispensable una buena evaluación  teniendo en cuenta el cuadro clínico a tratar, la edad y características de salud general del paciente, las posibles interacciones, etc. Es decir, lo que los especialistas denominamos evaluar el cociente riesgo/beneficio. 
Es muy importante valorar el cociente riesgo/beneficio

Por lo general, los psicofármacos que actualmente utilizamos para los padecimientos psíquicos ambulatorios son bien tolerados, y en cualquier caso la tarea de un buen psiquiatra es advertir al enfermo de los efectos adversos que puede sufrir, la duración de los mismos y disponer de una atención cuidadosa para cualquier duda que pueda surgir a nuestro paciente. 


Los psicofármacos son útiles. Como toda herramienta terapéutica tienen sus indicaciones, sus limitaciones, sus ventajas e inconvenientes. Gracias a ellos, ha mejorado la calidad de vida de muchos pacientes. No son instrumentos de alienación.





Uso de un ansiolítico, según el genial Quino

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