miércoles, 24 de junio de 2015

LA PERSONALIDAD ANANCÁSTICA

A Martha le atrapa la vida 
 
Bajo las nubes, Hamburgo


Hay personas que son muy severas con todos, les cuesta especialmente ser benevolentes consigo mismas, y desde luego justificarse o auto-perdonarse. Aunque ahora, por efecto de las clasificaciones DSM,  a estos rasgos de personalidad los equiparamos a los de la personalidad obsesiva,  en psicopatología clásica a este tipo de personalidad se le denominaba “anancástica” palabra que proviene de la mitología griega, ya que Ananké era una deidad que personificaba lo inevitable, la necesidad y aquello que era ineludible. En griego antiguo la palabra también tenía el significado de “fatalidad”.

Ananké con sus hijas, tejiendo la espiral del destino

Pues bien nuestra helénica Ananké había surgido de la nada como un ser incorpóreo, cuya influencia abarcaba todo el universo. Estaba entrelazada con su compañero Chronos, el dios del tiempo, y fue madre de las Moiras (Cloto, Láquesis y Átropos) hilanderas del destino de los hombres, e incluso de los dioses.

Las tres Moiras griegas:
Cloto, hila la hebra de la vida, Láquesis, mide su longitud y
 Átropos es quien corta el hilo de la vida


Tras la digresión etimológica, veamos cómo realmente son y cómo se sienten aquellos que poseen rasgos anancásticos

Hablamos de personas normativas, perseverantes y parsimoniosas, con tendencia al control y a la previsión, muy preocupadas por el perfeccionismo en la ejecución e hiper-responsables en sus tareas y en aquello que se les encomienda. 

Necesitan a su alrededor orden, limpieza y son muy meticulosas. Aunque como todos pueden dudar de las cosas o de alguien,  no toleran dicha incertidumbre, por lo que la directriz de sus actuaciones son las normas rígidas que se exigen a si mismos y a su entorno para que no se descomponga el orden en el que viven, trabajan y respiran. Como he dicho esta hiper-exigencia la trasladan a los demás, pero ellas mismas son las primeras víctimas de su férreo control. El estilo de pensamiento está muy polarizado, las cosas son blancas o negras… les disgustan los términos medios o las gamas de grises, ya que la relativización no forma parte de sus estrategias de afrontamiento.   

 
Preparando la mesa de gala con extrema precisión
(La imagen corresponde a la película "Los restos del día"

Con este estilo de ser y de pensar habitualmente son personas temerosas que viven “atrincheradas” y a la defensiva, anticipando catástrofes potenciales y sin esperar que el paso del tiempo o la realidad dictamine de qué manera se presentarán los auténticos problemas. Asimismo, son escrupulosos y normativos en el orden social, la transgresión nunca es una opción y rara vez experimentan estados placenteros o dicho de otra manera nunca “se desmelenan” o se dejan ir.

La anancástica Martha Klein, interpretada por la actriz Martina Gedeck

Pues bien, hace poco he vuelto a ver una deliciosa película estrenada en el año 2001, “Bella Martha”, dirigida por Sandra Nettelbeck, es una coproducción europea de la que el cine americano hizo un remake en 2007 “Sin reservas” (aunque para mi es mucho más creíble y lograda “Deliciosa Martha” como se llamó en España).

Martha ante los fogones, aquí se expresa totalmente

Catherine Zeta-Jones interpreta a la chef en la versión americana

Martha Klein es una mujer en la treintena, reputada chef del Lido,  un restaurante de moda en Hamburgo. Martha es una persona introvertida, exigente y algo adusta. Sigue una terapia por indicación de su jefa en el trabajo, aunque ella no sabe por qué la necesita, pero como es una persona normativa acude al psiquiatra regularmente y le habla de su pasión: la cocina, única actividad a través de la cual se expresa. 

Martha solo vive para su trabajo que realiza meticulosa y eficazmente, mientras cocina le vemos una leve sonrisa. También apreciaremos que nuestra chef evita las relaciones interpersonales porque no está segura en ellas e incluso le incomodan los elogios… aunque tampoco soporta las críticas y menos cuando no están justificadas.

Martha es tímida, pero temible ante una crítica


El universo cerrado de orden, rutina y limpieza de la protagonista se trastoca cuando muere su hermana en un accidente de tráfico. Lina, su sobrina de ocho años queda a su cargo, hasta que el padre de la niña –que ni siquiera conoce su existencia y del cual Lina solo sabe que vive en Italia- la recoja. 


"Que hago yo con una niña..."


La contratación inesperada de otro cocinero, el también italiano Mario, que decidió la propietaria del Lido para que  ayude en “su” cocina será  otra revolución en su vida. 

Martha mira con desconfianza al cocinero Mario

 Lina y Mario conseguirán que Martha le abra la puerta a la vida. 


Como su título, deliciosa historia y deliciosa película, con una muy buena interpretación de las actrices protagonistas, Martha y la niña Lina (la joven actriz Maxine Foerste), cuya banda sonora con el piano de Keith Jarret y el  saxo de Jan Garbarek acompañan subrayando el leve tono de drama y comedia de la historia.  

También me gusta especialmente la escenificación de lo que es una cocina profesional, en la que la cámara frigorífica sirve de refugio a las ansiedades y el estrés de la protagonista. Pero sobre todo, lo sutilmente que está plasmada la delicadeza en la ejecución de una tarea,  solo por ver como Martha se anuda el delantal al principio del film vale la pena ver la película… 


Ah, y los diálogos imposibles con un perplejo psiquiatra que abren y cierran la obra. 
También bajo las nubes, paisaje de Umbría (Italia)


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