domingo, 30 de agosto de 2015

Lo que es, es y lo que no es, no es (La no-depresión postvacacional)



Estos días he empezado a leer cosas sobre la “depresión postvacacional”. Mejor dicho, he visto publicados en diarios, revistas y también he oído hablar de ella por televisión.

Vamos a ver, la depresión, o mejor dicho un trastorno depresivo es algo muy serio y que produce un gran dolor, incapacidad y desesperanza en la persona que lo sufre.

Por eso, me sorprende que tan alegremente coloquemos la etiqueta de “depresión” a algo que es un fenómeno natural, leve y transitorio. No nos acordamos acaso de cuando éramos niños y nos interrumpían en nuestro juego: a cenar, a dormir, a lavarse los dientes, a hacer los deberes… seguro que todos preferíamos jugar que cenar, que dormir, que lavarnos los dientes y desde luego que hacer los deberes.



Todos los organismos prefieren unas situaciones que otras. Desde luego, yo prefiero las vacaciones que ir a trabajar. Prefiero ser dueña de mi tiempo y de mi espacio, de mis horarios, de mis deseos, de la sensación de libertad que produce no tener que levantarse a la hora que suena el despertador… claro que sí. Y el día anterior a reincorporarme al trabajo, me pregunto cómo es que han pasado tan deprisa, y que no he podido hacer todo aquellas cosas estupendas que me había propuesto hacer, o que no he leído lo suficiente, o lo que sea…

Sin embargo, me gusta (me apasiona mi trabajo) mientras tecleo esto pienso como serían unas vacaciones constantes (si en la improbabilidad más absoluta, en algún sorteo se me otorga un premio supermillonario). Y pienso que no haría vacaciones constantemente, que quizá recortaría el horario, y disminuiría el volumen de trabajo, puesto que sí que querría disponer de más tiempo libre... pero ¿dejar de trabajar?



Vaya, me he apartado de mi propósito inicial, que era “criticar” ese pequeño aluvión de noticias sobre algo que –a mi entender- clínicamente no existe.

Lo que ocurre es que a algunas personas la vuelta a la rutina les puede generar una incomodidad que se acompañe de algún síntoma, como insomnio o intranquilidad (y encima está descrito que dura solo quince días)…  Especialmente si en esa rutina, en ese trabajo uno no se siente gratificado,  o incluso puede estar padeciendo una situación laboral penosa con la posibilidad de ser despedido, o tener unos horarios extenuantes, unas condiciones económicas escasas, o incluso mayores problemas como el “mobbing” o un gran estrés laboral.

Por otra parte pensemos que hay personas que no tienen vacaciones. Unas, porque no tienen trabajo (remunerado, quiero decir). Y la situación de estar parado no es equiparable a hacer vacaciones, desde luego que no…


Y otras personas, no disfrutan de sus vacaciones (lo que equivale a no tenerlas)  porque además de sus compromisos laborales deben cuidar de familiares que lo precisan,  sobre todo personas mayores, con algún grado de deterioro, invalidez y dependencia. Lógicamente los familiares cuidadores, habrán hecho vacaciones en su trabajo, pero han seguido al pie del cañón con los suyos, especialmente ahora que la Ley de Dependencia se ha quedado tan rancia en las ayudas a estos héroes cotidianos.


Feliz vuelta al trabajo… 

Y que haya trabajo (un buen trabajo) para todos.




sábado, 29 de agosto de 2015

Cena entre amigos (La relación de pareja).

Ayer estuve viendo una película que tenía en DVD, en español se tituló “Cena entre amigos”, dirigida por Norman Jewinson en 2001, no se trata de una obra maestra por lo que no pasará a la historia del cine, pero habla de un tema tan habitual en la consulta de un psiquiatra, que no puedo resistirme a elucubrar sobre el mismo.

Los amigos, más que familia


El argumento de la película es simple, dos parejas casadas se disponen a cenar juntas. Son grandes amigos, a lo largo de muchos años han compartido comidas, diversiones, aficiones, han pasado buena parte de la vacaciones juntos, y sus respectivos hijos les consideran tíos. Mantienen un trato estrecho y frecuente que les hace sentirse casi familia, mejor dicho más que familia. Sin embargo, el marido de la pareja invitada no acude a esa cena, en la que los anfitriones quieren obsequiarles con nuevas recetas aprendidas en una reciente estancia en Italia. Solo van la madre (Beth) y sus dos hijos y se justifica la ausencia del marido/padre (Tom)  aduciendo un viaje de trabajo… pero luego se nos revelará que se trata de un viaje vital, ya que Tom se ha enamorado de otra persona, y el matrimonio está a las puertas de la separación, obviamente promovida por el esposo.

A partir de esta revelación presenciamos el impacto de la noticia, tanto en sus protagonistas como en los amigos observadores. Cómo Beth se siente traicionada y absorta ante el abismo que se le presenta: un cambio de vida no decidido por ella. Como Tom quiere justificar su decisión ante la propia Beth, en una discusión a la vez hilarante y crispada, aunque de verdad lo que le importa es como se posicionarán sus amigos (los anfitriones de la cena Karen y Gabe) si a favor de él o de ella.

También contemplamos como Karen y Gabe, se sienten perplejos por dicha situación: Karen se solidariza con Beth y Gabe se mantiene algo más neutro, aunque al final también se impacienta con Tom. Vemos claramente como la ruptura de sus amigos también afecta a su vida, porque han construido una especie de “matrimonio a cuatro” siendo la otra pareja los sustitutos de su familia de origen.

La "pareja feliz"


La película incluye un flash-back de unos quince años atrás en unas vacaciones, y como Beth y Tom se enamoraron bajo el “patrocinio” del joven matrimonio formado por Karen y Gabe. Meses después de la cena que da título al film, las mujeres por un lado y los hombres por otro comparten un almuerzo. 

¿Cómo es posible que ya te hayas repuesto?

Los componentes de la pareja ya divorciada,  se sienten exultantes porque cada uno por su lado cree haber encontrado un nuevo amor… con esa  persona comparten nuevas aficiones, invierten tiempo el uno en el otro y se sienten comprendidos. Gabe insiste en preguntarle a su amigo ¿durante cuánto tiempo? Por otra parte, los componentes de la "pareja feliz" harán una mirada crítica a su propio matrimonio, con cierto miedo a descubrir que no son todo lo felices que ellos creían al ahondar en la solidez de su relación. 


Y eso me hizo pensar en las posibles etapas de la vida de la pareja (aunque no se trata de un dogma) existen ciertas descripciones que las identifican: 

  •  Una etapa de luna de miel, romantizada, idealizada y exclusiva.
    La idealizada etapa de la "luna de miel"
  • Una etapa de vuelta a la realidad, en la que se hacen evidentes las responsabilidades, trabajo, obligaciones… y en la que también los miembros de la pareja suelen darse cuenta de que “el otro” no cumple totalmente sus expectativas… en ese momento es habitual que uno de los dos intente que el otro vuelva al estadio anterior de “luna de miel”, cosa que biológica y psicológicamente es imposible. En este estadio lo saludable es que cada uno halle sus propias necesidades en la vida, y plantee nuevos modelos de relacionarse con la otra persona, que se restablezcan los contactos con un grupo más amplio, sin olvidar el disfrutar de actividades y tiempo juntos.

    ¿Vuelta a la realidad?
  • Tras la  “vuelta a la realidad” puede también aparecer una etapa de conflicto por la independencia y/o el poder. Esto es, que puede existir un temor a perder la independencia o un deseo de mantener una preminencia en la relación, con lo cual la tarea a realizar es la de reconciliar las polarizaciones, aceptar los rasgos positivos y negativos del compañero y de uno mismo para sustituir el abandono de la lucha de poder por la cooperación y la intimidad.
    Etapa de conflicto
  • Etapas de estrés, habitualmente en relación a las obligaciones familiares, tanto sea de la familia propia: crianza de los hijos, problemas de éstos en especial en la etapa adolescente, o bien la sobrecarga del cuidado de la generación anterior. Asimismo, la pareja con notables responsabilidades financieras a sus espaldas puede verse afectada por problemas económicos, como los que ha generado la crisis económica a partir de 2007, desempleo, pérdida de capacidad adquisitiva de la familia.
    Hijos: alegría, responsabilidad... y falta de intimidad

    En estas etapas, la presión acumulada pueden hacer más manifiesta aquello no resuelto en fases anteriores, es habitual que sea una época en que las discusiones acerca de la continuidad de la pareja, separación y divorcio, estén a la orden del día, y en muchas ocasiones no se consuman las mismas por las propias responsabilidades en que las personas se hayan inmersas, aunque sin abordar los problemas inherentes a la relación. Por ello, existe el riesgo de que la ilusión perdida dentro del matrimonio se encuentre en algún elemento externo, y no siempre se trata de la infidelidad (veneno para la relación), puede concretarse en una afición que se practica por parte de uno con total desmesura en cuanto al tiempo de dedicación, a costa del escaso tiempo de que se dispone para la pareja.
    ... distancia
  • Etapa de compromiso: cuando los miembros de la pareja se sienten aceptados y a su vez son aceptantes con respecto al otro. 
    ... o compromiso
    En este caso podemos decir que los miembros de la pareja han elegido la relación, no que se hayan conformado a ella, ambos toman la responsabilidad de las conductas y pensamientos de uno mismo, es decir mantienen su libertad personal, aunque comparten las responsabilidades de la vida diaria y soportan las fuerzas y éxitos del otro, reconociendo su interdependencia común, la comunicación es mejor y más directa y se mantiene la intimidad. Los conflictos se confrontan desde el inicio y se manejan mediante la colaboración y la negociación. Es evidente que pueden existir diferencias de criterios y expresar agresividad y enfado, pero estos no deben ser amenazantes para el otro. Y cada uno de los miembros de este equipo de dos valora profundamente al otro, es algo tejido con amor, sacrificio, cariño, paciencia, respeto, admiración, benevolencia y buen humor. 


Obviamente no todas las parejas llegan a esa etapa de compromiso, en la que no hay fisuras en cuanto al mismo. Y con ello, no me refiero a que el matrimonio dure, sino que el matrimonio o la relación de pareja de una suma positiva para ambos.

En muchas ocasiones, cuando los miembros de una pareja acuden al terapeuta, ya se han consumido muchas de las fases de las que no hay vuelta atrás. O bien, por una desgraciada elección en el momento del enamoramiento, o bien porque las personalidades de ambos no les ayudan a entretejer esa red…, ya que con el transcurso del tiempo somos personas diferentes a cuando nos enamoramos.

En parejas “normales” (*) habitualmente el primer problema que nos alerta suele ser el de la comunicación, mejor dicho la falta de comunicación o una comunicación conflictiva, el momento en el que se detecta este problema suele ser el óptimo para iniciar un abordaje terapéutico, ya que estos problemas se resuelven a través de la comunicación y el pacto.


(*) Entiendo por parejas normales aquellos que no están imbuidas situaciones de violencia, abuso, maltrato, actividades delictivas, problemas de tóxicos o similares, situaciones éstas en las que la única solución es la huida de la relación. 
Situaciones de violencia,abuso o maltrato... hay que salir de la relación



Y me permito un buen consejo...
aunque no sea mío:




jueves, 30 de julio de 2015

A las puertas de agosto



Agosto...




Agosto.
Contraponiente
de melocotón y azúcar,
y el sol dentro de la tarde,
como el hueso en una fruta. 

La panocha guarda intacta
su risa amarilla y dura. 

Agosto.
Los niños comen
pan moreno y rica luna. 

Federico García Lorca  de Canciones


Un año más nos encontramos a las puertas de agosto, el mes del sol abrasador y tradicionalmente el mes de las vacaciones. 


El poema de García Lorca evoca los veranos campestres de la vega granadina, que son veranos teñidos del color amarillo radiante, de ese melocotón maduro que deslumbra en los veranos rurales. 



Agosto, calor espeso de nuestros campos y recuerdos de años atrás: de vacaciones de pueblo, de bicicletas sobre caminos de tierra, de raspones en las rodillas, de baños entre los guijarros de un río dolorosamente fresco, de insectos, de higueras que invitan a la escalada, de tractores envueltos en polvo dorado... de ir cada tarde al camino de las moras para ver si habían madurado, de olores teñidos de calor, de siestas impuestas a los niños, de meriendas de pan y chocolate,.. y después el alivio del repiqueteo de agua y la sombra de una tormenta. 





Siempre me parece que el año acaba en Agosto y no en Diciembre, como si de un curso escolar se tratara. A todos se nos genera una imperiosa necesidad de descanso, posiblemente porque han sido mucho los deberes cumplidos. Necesidad de cambiar de rutinas y de "llenar las pilas" (entre nosotros, una frase que aborrezco), pero ya nos entendemos...  


Y sobre todo Agosto es el mes de ver de nuevo el mundo con los ojos de los niños en vacaciones, hacia fuera y hacia dentro, con la mirada recién estrenada y llenos de ilusión. 

FELICES VACACIONES 

Una promesa. En septiembre intentaré no hablar de la "depresión postvacacional". 







jueves, 23 de julio de 2015

RESILIENCIA (II)


VULNERABLES PERO INVENCIBLES

La paradisíaca isla de Kauai

El quid de la cuestión de la resiliencia es el de conocer cuáles son las características de las personas que,  a pesar de sus circunstancias adversas, se les presuponía un penoso futuro, y que lograron salir adelante, crecer y desarrollarse de manera muy positiva.

Obviamente la percepción de adversidad es subjetiva (he visto llorar amargamente a alguna persona por no poder comprar un nuevo par de zapatos y ampliar su extensa colección de varias decenas) y casi todas las personas esto lo consideraríamos una tontería... O  lo que equivale a decir que lo que para uno puede ser algo terrible para otro no lo es. Sin embargo, todos estaríamos de acuerdo en que hay una serie de acontecimientos vitales que “marcan” para el futuro: la muerte de los padres, las situaciones de abandono, de maltrato o el abuso en el seno de la familia, también las situaciones de desarraigo consecuencia de guerras,  terrorismo o catástrofes naturales…

Niños jugando en un campo de refugiados


El origen de los estudios sobre la resiliencia se debe al descubrimiento y análisis de los “niños-salvajes”, es decir niños y niñas que habían vivido como tales, o bien porque se hallaban perdidos en la selva o en un bosque, o bien porque habían sido encerrados, recluidos y apartados de la sociedad, sin recibir ningún tipo de educación ni apenas cuidados. 

"El pequeño salvaje" película de François Truffaut sobre el caso real de Victor d'Abeyron, hallado en un bosque francés en 1790, y reeducado por el Dr. Jean d'Itard
Aunque parezca increíble, muchos de estos niños-salvajes, una vez sacados de su contexto adverso, aprendían muy pronto y adquirían nuevas capacidades, como el lenguaje y la comunicación, llegando incluso a dejar atrás toda secuela de su pasado.

Emmy Werner, fue la psicóloga estadounidense “creadora” del concepto de resiliencia humana. El primer trabajo realizado en esta área fue publicado en 1992 bajo el esclarecedor título “Vulnerables pero invencibles: un estudio longitudinal de niños y jóvenes resilientes”.  

El estudio "Vulnerable pero invencible"
y su autora principal la Dra. Emmy Werner
 

Estos autores estudiaron a una serie de 700 niños y jóvenes durante más de treinta años, en Kauai, una de las islas del archipiélago hawaiano. Se trataba de niños nacidos en los años 50. En su mayoría eran hijos de familias emigrantes muy pobres y con dificultades de adaptación social.  Se determinó que una tercera parte de esos niños (un total de 210) eran “sujetos de riesgo” por haber estado expuestos durante los primeros años de su vida a cuatro factores de riesgo:

  •  Violencia familiar
  • Alcoholismo parental
  • Problemas graves de salud
  • Divorcio o enfermedad mental en la familia

 
En USA, uno de cada diez niños tiene un padre alcohólico

A los 18 años se examinó su situación. Lamentablemente dos terceras partes de estos jóvenes cumplían la predicción y ya habían presentado numerosos problemas vitales: no sólo problemas de aprendizaje, sino también delincuencia y problemas legales, adicciones, trastornos psiquiátricos y embarazos precoces. Sin embargo, lo sorprendente es que una tercera parte de los niños "de riesgo" habían realizado una buena evolución y llevaban una vida completamente normal. 

Este último grupo se reevaluó a los 40 años, y salvo dos excepciones, todos habían seguido con su vida de manera satisfactoria, sin tener los problemas que se hubieran vaticinado por sus condiciones sociales de inicio.

Werner y Smith concluyeron que las primeras experiencias vitales, por adversas que sean, no dejan necesariamente marcas permanentes, y que la resiliencia puede darse en cualquier momento del ciclo vital.

En 2002 Boris Cyrulnick, un psiquiatra francés que también ha destacado en el estudio de la resiliencia lo enunció de la siguiente forma:
El psiquiatra francés Borys Cyrulnick

“Un buen comienzo en la vida no determina un buen final, pero tampoco, y esto es más relevante, un mal comienzo determina un resultado vital desfavorable”.




A pesar de que el concepto desde un punto de vista psicológico se describe a mediados de los ochenta, en el mundo literario ya había autores que describían a personas resilientes. Si no, recordemos la novela “Oliver Twist” de Charles Dickens, (para quien no conozca el texto, seguro que tiene presente algunas de sus versiones cinematográficas); 

Una de las entregas de la novela, de 1838

“Oliver Twist” es la primera novela en lengua inglesa cuyo protagonista es un niño, siendo la segunda obra de Dickens, se publicó por entregas entre febrero de 1837 y abril de 1839 en la revista “Bentleys Miscellany”.  

El argumento es conocido, Oliver es un niño huérfano que vive en el orfanato de la Sra. Mann. Es tachado de problemático en la institución, dado que al estar los chiquillos siempre hambrientos un día pide más comida durante la cena. Debido a esta etiqueta de rebelde y niño difícil, se ofrece como aprendiz a quien lo quiera (literalmente el orfanato vende al chiquillo) que pasa a manos del enterrador Sowerberry. Por un incidente con otro aprendiz, Oliver escapa y se dirige a la lejana Londres, donde cansado y hambriento conoce a un pequeño truhán Jack Dawkins, quien le ofrece un lugar para hospedarse. Con toda su inocencia, Oliver se verá inmerso en el mundo del hampa londinense y entre las filas de una banda de chicos carteristas, dirigidos por el malévolo Fagin.
 
Jack encuentra al pequeño Oliver y le "ofrece su apoyo"
la imagen corresponde a la película de Roman Polanski de 2005

La obra es una de las primeras novelas sociales de la historia de la literatura, pues llama la atención sobre lacras de la época: el trabajo infantil, la utilización de niños para cometer delitos, la severidad y falta de compasión de las instituciones:  la hipocresías de caridad institucional, y el arbitrario papel de la justicia que no duda en castigar severamente a un pobre chico.

Dickens se burla magistralmente de esta hipocresía, propia de su época, pero que transciende al costumbrismo de la misma, y trata   estos temas terribles con sarcasmo y humor negro. Pero sobre todo, Oliver Twist es la historia de una lucha por progresar en la vida y de sus ansias por encontrar un sitio en la sociedad de la Inglaterra victoriana.

De Oliver Twist existen varias versiones cinematográficas, también versiones para televisión y el teatro musical:
  • En 1948, David Lean dirigió una adaptación de la novela en la que destaca la interpretación del actor Alec Guinnes en el papel de Fagin.
  • En 1968, Carol Reed filmó la adaptación del musical “Oliver”, siendo Mark Lester el actor niño que da vida al protagonista. En esta versión, la vida de los golfillos de Fagin y este personaje están debidamente dulcificados.
  • En 2005, Roman Polansky dirigió una nueva versión, posiblemente la más fiel al texto y alma dickensiana. Ben Kingsley interpretaba el papel de Fagin.



La versión cinematográfica de "Oliver" está basada en el musical del mismo nombre, compuesto por Lionel Bart y estrenado en Londres en 1960. Aquí, Fagin y sus golfillos enseñan su oficio a Oliver. 


sábado, 18 de julio de 2015

Hipócrates y la relación psiquiatra-paciente



A lo largo de esta semana he leído en la prensa que unas veinte personas (o quizá algunas mas) han denunciado a un psiquiatra de Sevilla por abusos sexuales y mala praxis. El Colegio de Médicos de la ciudad, la Fiscalía e incluso el Arzobispado han abierto diligencias para la investigación del caso.

No conozco al susodicho colega, del cual prefiero omitir el nombre (aunque ha sidoampliamente ventilado en la prensa), no puedo pronunciarme sobre la veracidad de los hechos (no es mi asunto) y aunque a los médicos nos acusen de corporativismo, la sola sospecha de que las acusaciones tengan visos de realidad me duelen como persona y me indignan como médico.

La relación médico-paciente (y por ende la relación entre psiquiatra y paciente) debe ser algo sagrado para el profesional que ejerce este nuestro oficio: el vínculo entre médico y paciente se basa en una relación fiduciaria, esto es, una relación de confianza. Esto significa que el paciente, en estado de necesidad entrega su confianza al profesional para obtener ayuda, curación, alivio o consuelo.  



Por tanto, el médico y posiblemente de entre todos los especialistas en mayor medida el psiquiatra, tiene que responder a tal donación de confianza con corrección técnica y ética, evitando abusar del poder que le ha sido otorgado.

La ética médica, disciplina que tiene su punto de partida en la Antigüedad, está simbolizado por el Juramento Hipocrático, cuya doctrina ha tenido gran influencia en el ejercicio de la profesión hasta nuestros días.



“Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia.

Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa.

Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más.

Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mí entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante.
Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza.

En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos.

Guardaré secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión, considerando como un deber el ser discreto en tales casos.

Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; sÍ lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria.


Todo el juramento se reduce a cuatro elementos que el médico debe contemplara en el ejercicio de su arte:
  • Conocimiento
  •   Sabiduría
  • Humanidad
  • Probidad




Si bien es cierto que en todos los grupos humanos hay individuos que no respetarán las exigencias éticas, es muy grave el comportamiento deshonesto de un médico. 

Pero la traición de un psiquiatra frente al paciente que le deposita su confianza, buscando un tratamiento para un trastorno emocional me parece alarmante en grado sumo, por razones obvias: la vulnerabilidad en que el (o la) paciente se encuentra, por la asimetría de la relación y por las características de aquello que nos cuentan los pacientes (aspectos íntimos de su pensamiento, su conducta, sus emociones, de la esencia de su ser).

Para finalizar, en este caso real cuando una persona se ha decidido a denunciar, le han seguido más de una docena con quejas similares sobre el comportamiento del “galeno”.

Creo que en este caso el estigma de la enfermedad mental ha actuado como mordaza para acallar a estas personas, que en este caso han sufrido por partida doble, mejor dicho por partida triple: por su padecimiento psíquico, por el maltrato recibido y por la vergüenza a contar esta experiencia. Qué triste… que indignante.  




Nota al pie de una psiquiatra perpleja:

En la prensa se ha sugerido que la utilización de psicofármacos (y se han mencionado dos sustancias: "Lexatin" y "Ludiomil" como los instrumentos por los que las pacientes "perdían" la voluntad y se sometían a la del psiquiatra. 

El "Lexatin" es un ansiolítico tipo benzodiacepina de uso común y corriente, y el "Ludiomil"  una sustancia antidepresiva de tipo heterocíclico, menos utilizada por haber sido sustituida por múltiples antidepresivos con un mecanismo de acción más selectivo.

Salvo que fueran usados en dosis extraordinariamente elevadas -las cuales les generarían otros problemas- este tipo de productos no producen un efecto de anulación completa de la voluntad y la cognición. 

Mi impresión es que la entrega de los pacientes  a las manipulaciones del sujeto tienen que ver con otros factores: 

  • autoridad moral que el paciente otorga a su médico
  • autoridad que se atribuye el propio médico al ser una persona significada en su sociedad, incluso al pertenecer a una cofradía religiosa, con el carácter emblemático que a ello se otorga en una ciudad como Sevilla (de ahí las denuncias al Arzobispado) 
  • el estado de vulnerabilidad emocional del paciente
  • el sentimiento de culpabilidad generado a los pacientes, una vez que se preguntan por la naturaleza de la relación con el médico 
  • el temor a ser vista como inductora que no como víctima (como en muchas ocasiones sucede con las personas que sufren abusos sexuales)
  • el temor a generar dolor en su entorno
  • el hecho de vivir en una sociedad  donde la gente te conoce y te pueden señalar con el dedo por ser paciente psiquiátrico


En realidad esto es una aclaración para los miles de pacientes a los que otros profesionales les hayan recetado psicofármacos.