Información y difusión sobre temas relativos a la salud mental: prevención, síntomas, cuadros clínicos, investigación, diagnóstico y tratamiento.
(Y algunas cosas más)
Estos días he empezado a leer
cosas sobre la “depresión postvacacional”. Mejor dicho, he visto publicados en
diarios, revistas y también he oído hablar de ella por televisión.
Vamos a ver, la depresión, o
mejor dicho un trastorno depresivo es algo muy serio y que produce un
gran dolor, incapacidad y desesperanza en la persona que lo sufre.
Por eso, me sorprende que tan
alegremente coloquemos la etiqueta de “depresión” a algo que es un fenómeno
natural, leve y transitorio. No nos acordamos acaso de cuando éramos niños y
nos interrumpían en nuestro juego: a cenar, a dormir, a lavarse los dientes, a
hacer los deberes… seguro que todos preferíamos jugar que cenar, que dormir,
que lavarnos los dientes y desde luego que hacer los deberes.
Todos los organismos prefieren
unas situaciones que otras. Desde luego, yo prefiero las vacaciones que ir a
trabajar. Prefiero ser dueña de mi tiempo y de mi espacio, de mis horarios, de
mis deseos, de la sensación de libertad que produce no tener que levantarse a
la hora que suena el despertador… claro que sí. Y el día anterior a
reincorporarme al trabajo, me pregunto cómo es que han pasado tan deprisa, y
que no he podido hacer todo aquellas cosas estupendas que me había propuesto
hacer, o que no he leído lo suficiente, o lo que sea…
Sin embargo, me gusta (me apasiona
mi trabajo) mientras tecleo esto pienso como serían unas vacaciones constantes
(si en la improbabilidad más absoluta, en algún sorteo se me otorga un premio
supermillonario). Y pienso que no haría vacaciones constantemente, que quizá
recortaría el horario, y disminuiría el volumen de trabajo, puesto que sí que
querría disponer de más tiempo libre... pero ¿dejar de trabajar?
Vaya, me he apartado de mi
propósito inicial, que era “criticar” ese pequeño aluvión de noticias sobre
algo que –a mi entender- clínicamente no existe.
Lo que ocurre es que a algunas
personas la vuelta a la rutina les puede generar una incomodidad que se
acompañe de algún síntoma, como insomnio o intranquilidad (y encima está
descrito que dura solo quince días)… Especialmente si en esa rutina, en ese trabajo
uno no se siente gratificado, o incluso puede
estar padeciendo una situación laboral penosa con la posibilidad de ser
despedido, o tener unos horarios extenuantes, unas condiciones económicas
escasas, o incluso mayores problemas como el “mobbing” o un gran estrés
laboral.
Por otra parte pensemos que hay
personas que no tienen vacaciones. Unas, porque no tienen trabajo (remunerado,
quiero decir). Y la situación de estar parado no es equiparable a hacer
vacaciones, desde luego que no…
Y otras personas, no disfrutan de
sus vacaciones (lo que equivale a no tenerlas) porque además de sus compromisos laborales
deben cuidar de familiares que lo precisan, sobre todo personas mayores, con algún grado
de deterioro, invalidez y dependencia. Lógicamente los familiares cuidadores,
habrán hecho vacaciones en su trabajo, pero han seguido al pie del cañón con
los suyos, especialmente ahora que la Ley de Dependencia se ha quedado tan
rancia en las ayudas a estos héroes cotidianos.
Ayer estuve viendo una
película que tenía en DVD, en español se tituló “Cena entre amigos”, dirigida por Norman Jewinson en 2001, no se
trata de una obra maestra por lo que no pasará a la historia del cine, pero habla
de un tema tan habitual en la consulta de un psiquiatra, que no puedo resistirme
a elucubrar sobre el mismo.
Los amigos, más que familia
El argumento de la
película es simple, dos parejas casadas se disponen a cenar juntas. Son grandes
amigos, a lo largo de muchos años han compartido comidas, diversiones,
aficiones, han pasado buena parte de la vacaciones juntos, y sus respectivos
hijos les consideran tíos. Mantienen un trato estrecho y frecuente que les hace
sentirse casi familia, mejor dicho más que familia. Sin embargo, el marido de
la pareja invitada no acude a esa cena, en la que los anfitriones quieren
obsequiarles con nuevas recetas aprendidas en una reciente estancia en Italia.
Solo van la madre (Beth) y sus dos hijos y se justifica la ausencia del
marido/padre (Tom) aduciendo un viaje de
trabajo… pero luego se nos revelará que se trata de un viaje vital, ya que Tom
se ha enamorado de otra persona, y el matrimonio está a las puertas de la
separación, obviamente promovida por el esposo.
A partir de esta
revelación presenciamos el impacto de la noticia, tanto en sus protagonistas
como en los amigos observadores. Cómo Beth se siente traicionada y absorta ante
el abismo que se le presenta: un cambio de vida no decidido por ella. Como Tom quiere
justificar su decisión ante la propia Beth, en una discusión a la vez hilarante
y crispada, aunque de verdad lo que le importa es como se posicionarán sus
amigos (los anfitriones de la cena Karen y Gabe) si a favor de él o de ella.
También contemplamos
como Karen y Gabe, se sienten perplejos por dicha situación: Karen se
solidariza con Beth y Gabe se mantiene algo más neutro, aunque al final también
se impacienta con Tom. Vemos claramente como la ruptura de sus amigos también
afecta a su vida, porque han construido una especie de “matrimonio a cuatro”
siendo la otra pareja los sustitutos de su familia de origen.
La "pareja feliz"
La película incluye un
flash-back de unos quince años atrás en unas vacaciones, y como Beth y Tom se
enamoraron bajo el “patrocinio” del joven matrimonio formado por Karen y Gabe.
Meses después de la cena que da título al film, las mujeres por un lado y los
hombres por otro comparten un almuerzo.
¿Cómo es posible que ya te hayas repuesto?
Los componentes de la pareja ya
divorciada, se sienten exultantes porque
cada uno por su lado cree haber encontrado un nuevo amor… con esa persona comparten nuevas aficiones, invierten
tiempo el uno en el otro y se sienten comprendidos. Gabe insiste en preguntarle
a su amigo ¿durante cuánto tiempo? Por otra parte, los componentes de la "pareja feliz" harán una mirada crítica a su propio matrimonio, con cierto miedo a descubrir que no son todo lo felices que ellos creían al ahondar en la solidez de su relación.
Y eso me hizo pensar
en las posibles etapas de la vida de la pareja (aunque no se trata de un dogma) existen ciertas descripciones que las identifican:
Una etapa
de luna de miel, romantizada, idealizada y exclusiva.
La idealizada etapa de la "luna de miel"
Una etapa
de vuelta a la realidad, en la que se hacen evidentes las
responsabilidades, trabajo, obligaciones… y en la que también los miembros de
la pareja suelen darse cuenta de que “el otro” no cumple totalmente sus
expectativas… en ese momento es habitual que uno de los dos intente que el otro
vuelva al estadio anterior de “luna de miel”, cosa que biológica y
psicológicamente es imposible. En este estadio lo saludable es que cada uno
halle sus propias necesidades en la vida, y plantee nuevos modelos de
relacionarse con la otra persona, que se restablezcan los contactos con un
grupo más amplio, sin olvidar el disfrutar de actividades y tiempo juntos.
¿Vuelta a la realidad?
Tras la “vuelta
a la realidad” puede también aparecer una etapa
de conflicto por la independencia y/o el poder. Esto es, que puede existir
un temor a perder la independencia o un deseo de mantener una preminencia en la
relación, con lo cual la tarea a realizar es la de reconciliar las
polarizaciones, aceptar los rasgos positivos y negativos del compañero y de uno
mismo para sustituir el abandono de la lucha de poder por la cooperación y la
intimidad.
Etapa de conflicto
Etapas de
estrés, habitualmente en relación a las obligaciones familiares, tanto sea
de la familia propia: crianza de los hijos, problemas de éstos en especial en
la etapa adolescente, o bien la sobrecarga del cuidado de la generación
anterior. Asimismo, la pareja con notables responsabilidades financieras a sus
espaldas puede verse afectada por problemas económicos, como los que ha
generado la crisis económica a partir de 2007, desempleo, pérdida de capacidad
adquisitiva de la familia.
Hijos: alegría, responsabilidad... y falta de intimidad
En estas etapas, la presión acumulada pueden hacer más manifiesta
aquello no resuelto en fases anteriores, es habitual que sea una época en que
las discusiones acerca de la continuidad de la pareja, separación y divorcio,
estén a la orden del día, y en muchas ocasiones no se consuman las mismas por
las propias responsabilidades en que las personas se hayan inmersas, aunque sin
abordar los problemas inherentes a la relación. Por ello, existe el riesgo de
que la ilusión perdida dentro del matrimonio se encuentre en algún elemento
externo, y no siempre se trata de la infidelidad (veneno para la relación),
puede concretarse en una afición que se practica por parte de uno con total
desmesura en cuanto al tiempo de dedicación, a costa del escaso tiempo de que
se dispone para la pareja.
... distancia
Etapa de
compromiso: cuando los miembros de la pareja se sienten aceptados y a su
vez son aceptantes con respecto al otro.
... o compromiso
En este caso podemos decir que los
miembros de la pareja han elegido la relación, no que se hayan conformado a
ella, ambos toman la responsabilidad de las conductas y pensamientos de uno
mismo, es decir mantienen su libertad personal, aunque comparten las
responsabilidades de la vida diaria y soportan las fuerzas y éxitos del otro,
reconociendo su interdependencia común, la comunicación es mejor y más directa
y se mantiene la intimidad. Los conflictos se confrontan desde el inicio y se manejan mediante la
colaboración y la negociación. Es evidente que pueden existir diferencias de
criterios y expresar agresividad y enfado, pero estos no deben ser amenazantes
para el otro. Y cada uno de los miembros de este equipo de dos valora
profundamente al otro, es algo tejido con amor, sacrificio, cariño, paciencia,
respeto, admiración, benevolencia y buen humor.
Obviamente no todas
las parejas llegan a esa etapa de compromiso, en la que no hay fisuras en
cuanto al mismo. Y con ello, no me refiero a que el matrimonio dure, sino que
el matrimonio o la relación de pareja de una suma positiva para ambos.
En muchas ocasiones,
cuando los miembros de una pareja acuden al terapeuta, ya se han consumido
muchas de las fases de las que no hay vuelta atrás. O bien, por una desgraciada
elección en el momento del enamoramiento, o bien porque las personalidades de
ambos no les ayudan a entretejer esa red…, ya que con el transcurso del tiempo
somos personas diferentes a cuando nos enamoramos.
En parejas “normales”
(*) habitualmente el primer problema que nos alerta suele ser el de la
comunicación, mejor dicho la falta de comunicación o una comunicación conflictiva,
el momento en el que se detecta este problema suele ser el óptimo para iniciar
un abordaje terapéutico, ya que estos problemas se resuelven a través de la
comunicación y el pacto.
(*) Entiendo por
parejas normales aquellos que no están imbuidas situaciones de violencia,
abuso, maltrato, actividades delictivas, problemas de tóxicos o similares, situaciones
éstas en las que la única solución es la huida de la relación.
Situaciones de violencia,abuso o maltrato... hay que salir de la relación
Agosto. Contraponiente de melocotón y azúcar, y el sol dentro de la tarde, como el hueso en una fruta.
La panocha guarda intacta su risa amarilla y dura.
Agosto. Los niños comen pan moreno y rica luna.
Federico García Lorca de Canciones
Un año más nos encontramos a las puertas de agosto, el mes del sol abrasador y tradicionalmente el mes de las vacaciones.
El poema de García Lorca evoca los veranos campestres de la vega granadina, que son veranos teñidos del color amarillo radiante, de ese melocotón maduro que deslumbra en los veranos rurales.
Agosto, calor espeso de nuestros campos y recuerdos de años atrás: de vacaciones de pueblo, de bicicletas sobre caminos de tierra, de raspones en las rodillas, de baños entre los guijarros de un río dolorosamente fresco, de insectos, de higueras que invitan a la escalada, de tractores envueltos en polvo dorado... de ir cada tarde al camino de las moras para ver si habían madurado, de olores teñidos de calor, de siestas impuestas a los niños, de meriendas de pan y chocolate,.. y después el alivio del repiqueteo de agua y la sombra de una tormenta.
Siempre me parece que el año acaba en Agosto y no en Diciembre, como si de un curso escolar se tratara. A todos se nos genera una imperiosa necesidad de descanso, posiblemente porque han sido mucho los deberes cumplidos. Necesidad de cambiar de rutinas y de "llenar las pilas" (entre nosotros, una frase que aborrezco), pero ya nos entendemos...
Y sobre todo Agosto es el mes de ver de nuevo el mundo con los ojos de los niños en vacaciones, hacia fuera y hacia dentro, con la mirada recién estrenada y llenos de ilusión.
FELICES VACACIONES
Una promesa. En septiembre intentaré no hablar de la "depresión postvacacional".
El quid de la cuestión de la resiliencia es el de
conocer cuáles son las características de las personas que, a pesar de sus circunstancias adversas, se
les presuponía un penoso futuro, y que lograron salir adelante, crecer y
desarrollarse de manera muy positiva.
Obviamente la percepción de adversidad es subjetiva (he
visto llorar amargamente a alguna persona por no poder comprar un nuevo par de
zapatos y ampliar su extensa colección de varias decenas) y casi todas las personas esto lo consideraríamos una tontería... O lo que equivale a
decir que lo que para uno puede ser algo terrible para otro no lo es. Sin embargo, todos
estaríamos de acuerdo en que hay una serie de acontecimientos vitales que “marcan” para
el futuro: la muerte de los padres, las situaciones de abandono, de maltrato o el abuso en el
seno de la familia, también las situaciones de desarraigo consecuencia de guerras, terrorismo o catástrofes naturales…
Niños jugando en un campo de refugiados
El origen de los estudios sobre la resiliencia se debe
al descubrimiento y análisis de los “niños-salvajes”, es decir niños y niñas
que habían vivido como tales, o bien porque se hallaban perdidos en la selva o en un bosque, o bien porque habían sido encerrados, recluidos y apartados de la sociedad, sin recibir ningún tipo de educación ni apenas cuidados.
"El pequeño salvaje" película de François Truffaut sobre el caso real de Victor d'Abeyron, hallado en un bosque francés en 1790, y reeducado por el Dr. Jean d'Itard
Aunque parezca increíble, muchos de estos niños-salvajes, una vez sacados de su contexto adverso, aprendían muy pronto y adquirían nuevas capacidades, como el lenguaje y la comunicación, llegando
incluso a dejar atrás toda secuela de su pasado.
Emmy Werner, fue la psicóloga estadounidense “creadora”
del concepto de resiliencia humana. El primer trabajo realizado en esta área
fue publicado en 1992 bajo el esclarecedor título “Vulnerables pero invencibles: un estudio longitudinal de niños y
jóvenes resilientes”.
El estudio "Vulnerable pero invencible" y su autora principal la Dra. Emmy Werner
Estos autores estudiaron a una serie de 700 niños y jóvenes
durante más de treinta años, en Kauai, una de las islas del archipiélago
hawaiano. Se trataba de niños nacidos en los años 50. En su mayoría eran hijos
de familias emigrantes muy pobres y con dificultades de adaptación social. Se determinó que una tercera
parte de esos niños (un total de 210) eran “sujetos de riesgo” por haber estado
expuestos durante los primeros años de su vida a cuatro factores de riesgo:
Violencia familiar
Alcoholismo parental
Problemas graves de salud
Divorcio o enfermedad mental en la
familia
En USA, uno de cada diez niños tiene un padre alcohólico
A los 18 años se examinó su situación. Lamentablemente
dos terceras partes de estos jóvenes cumplían la predicción y ya habían
presentado numerosos problemas vitales: no sólo problemas de aprendizaje, sino también delincuencia
y problemas legales, adicciones, trastornos psiquiátricos y embarazos precoces. Sin embargo, lo sorprendente es que una tercera parte de los niños "de riesgo" habían realizado una buena evolución y llevaban una vida completamente normal.
Este último grupo se reevaluó a los 40 años, y salvo
dos excepciones, todos habían seguido con su vida de manera satisfactoria, sin
tener los problemas que se hubieran vaticinado por sus condiciones sociales de
inicio.
Werner y Smith concluyeron que las primeras
experiencias vitales, por adversas que sean, no dejan necesariamente marcas
permanentes, y que la resiliencia puede darse en cualquier momento del ciclo
vital.
En 2002 Boris Cyrulnick, un psiquiatra francés que
también ha destacado en el estudio de la resiliencia lo enunció de la siguiente
forma:
El psiquiatra francés Borys Cyrulnick
“Un buen comienzo en la vida no determina un
buen final, pero tampoco, y esto es más relevante, un mal comienzo determina un
resultado vital desfavorable”.
A pesar de que el concepto desde un punto de vista
psicológico se describe a mediados de los ochenta, en el mundo literario ya
había autores que describían a personas resilientes. Si no, recordemos la
novela “Oliver Twist” de Charles Dickens, (para quien no conozca el texto, seguro que tiene presente algunas de sus versiones cinematográficas);
Una de las entregas de la novela, de 1838
“Oliver Twist” es la primera novela en lengua inglesa
cuyo protagonista es un niño, siendo la segunda obra de Dickens, se publicó por
entregas entre febrero de 1837 y abril de 1839 en la revista “Bentleys Miscellany”.
El argumento es conocido, Oliver es un niño huérfano
que vive en el orfanato de la Sra. Mann. Es tachado de problemático en la
institución, dado que al estar los chiquillos siempre hambrientos un día pide
más comida durante la cena. Debido a esta etiqueta de rebelde y niño difícil, se ofrece como aprendiz a
quien lo quiera (literalmente el orfanato vende al chiquillo) que pasa a manos
del enterrador Sowerberry. Por un incidente con otro aprendiz, Oliver escapa y
se dirige a la lejana Londres, donde cansado y hambriento conoce a un pequeño
truhán Jack Dawkins, quien le ofrece un lugar para hospedarse. Con toda su
inocencia, Oliver se verá inmerso en el mundo del hampa londinense y entre las
filas de una banda de chicos carteristas, dirigidos por el malévolo Fagin.
Jack encuentra al pequeño Oliver y le "ofrece su apoyo" la imagen corresponde a la película de Roman Polanski de 2005
La obra es una de las primeras novelas sociales de la
historia de la literatura, pues llama la atención sobre lacras de la época: el
trabajo infantil, la utilización de niños para cometer delitos, la severidad y
falta de compasión de las instituciones: la hipocresías de caridad institucional, y el arbitrario papel de la justicia que
no duda en castigar severamente a un pobre chico.
Dickens se burla magistralmente de esta hipocresía, propia de su época, pero que transciende al costumbrismo de la misma, y trata estos temas terribles con sarcasmo y humor negro. Pero sobre
todo, Oliver Twist es la historia de una lucha por progresar en la vida y de
sus ansias por encontrar un sitio en la sociedad de la Inglaterra victoriana.
De Oliver Twist existen varias versiones
cinematográficas, también versiones para televisión y el teatro musical:
En 1948, David Lean dirigió una adaptación de la novela
en la que destaca la interpretación del actor Alec Guinnes en el papel de
Fagin.
En 1968, Carol Reed filmó la adaptación del musical
“Oliver”, siendo Mark Lester el actor niño que da vida al protagonista. En esta
versión, la vida de los golfillos de Fagin y este personaje están debidamente
dulcificados.
En 2005, Roman Polansky dirigió una nueva versión,
posiblemente la más fiel al texto y alma dickensiana. Ben Kingsley interpretaba
el papel de Fagin.
La versión cinematográfica de "Oliver" está basada en el musical del mismo nombre, compuesto por Lionel Bart y estrenado en Londres en 1960. Aquí, Fagin y sus golfillos enseñan su oficio a Oliver.
A lo largo de
esta semana he leído en la prensa que unas veinte personas (o quizá algunas
mas) han denunciado a un psiquiatra de Sevilla por abusos sexuales y mala
praxis. El Colegio de Médicos de la ciudad, la Fiscalía e incluso el
Arzobispado han abierto diligencias para la investigación del caso.
No conozco al
susodicho colega, del cual prefiero omitir el nombre(aunque ha sidoampliamente ventilado en la prensa), no puedo pronunciarme sobre la veracidad
de los hechos (no es mi asunto) y aunque a los médicos nos acusen de
corporativismo, la sola sospecha de que las acusaciones tengan visos de
realidad me duelen como persona y me indignan como médico.
La relación
médico-paciente (y por ende la relación entre psiquiatra y paciente) debe ser
algo sagrado para el profesional que ejerce este nuestro oficio: el vínculo
entre médico y paciente se basa en una relación fiduciaria, esto es, una
relación de confianza. Esto significa que el paciente, en estado de necesidad entrega
su confianza al profesional para obtener ayuda, curación, alivio o consuelo.
Por tanto, el
médico y posiblemente de entre todos los especialistas en mayor medida el
psiquiatra, tiene que responder a tal donación de confianza con corrección
técnica y ética, evitando abusar del poder que le ha sido otorgado.
La ética
médica, disciplina que tiene su punto de partida en la Antigüedad, está
simbolizado por el Juramento Hipocrático, cuya doctrina ha tenido gran
influencia en el ejercicio de la profesión hasta nuestros días.
“Juro
por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo por testigos a todos los
dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a
cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi
inteligencia.
Tributaré
a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré
con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos
como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré
desinteresadamente y sin ningún género de recompensa.
Instruiré
con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los
de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento
que determine la ley médica, y a nadie más.
Estableceré
el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis
facultades y a mí entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a
pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa
semejante.
Pasaré
mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza.
En
cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los
enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones
corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o
esclavos.
Guardaré
secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que
no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión, considerando
como un deber el ser discreto en tales casos.
Si
observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida
y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; sÍ lo quebranto y soy
perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria.
Todo
el juramento se reduce a cuatro elementos que el médico debe contemplara en el
ejercicio de su arte:
Conocimiento
Sabiduría
Humanidad
Probidad
Si
bien es cierto que en todos los grupos humanos hay individuos que no respetarán
las exigencias éticas, es muy grave el comportamiento deshonesto de un médico.
Pero
la traición de un psiquiatra frente al paciente que le deposita su confianza,
buscando un tratamiento para un trastorno emocional me parece alarmante en
grado sumo, por razones obvias: la vulnerabilidad en que el (o la) paciente se
encuentra, por la asimetría de la relación y por las características de aquello
que nos cuentan los pacientes (aspectos íntimos de su pensamiento, su conducta,
sus emociones, de la esencia de su ser).
Para
finalizar, en este caso real cuando una persona se ha decidido a denunciar, le
han seguido más de una docena con quejas similares sobre el comportamiento del “galeno”.
Creo
que en este caso el estigma de la enfermedad mental ha actuado como mordaza
para acallar a estas personas, que en este caso han sufrido por partida doble,
mejor dicho por partida triple: por su padecimiento psíquico, por el maltrato
recibido y por la vergüenza a contar esta experiencia. Qué triste… que
indignante.
Nota al pie de una psiquiatra perpleja:
En la prensa se ha sugerido que la utilización de psicofármacos (y se han mencionado dos sustancias: "Lexatin" y "Ludiomil" como los instrumentos por los que las pacientes "perdían" la voluntad y se sometían a la del psiquiatra.
El "Lexatin" es un ansiolítico tipo benzodiacepina de uso común y corriente, y el "Ludiomil" una sustancia antidepresiva de tipo heterocíclico, menos utilizada por haber sido sustituida por múltiples antidepresivos con un mecanismo de acción más selectivo. Salvo que fueran usados en dosis extraordinariamente elevadas -las cuales les generarían otros problemas- este tipo de productos no producen un efecto de anulación completa de la voluntad y la cognición.
Mi impresión es que la entrega de los pacientes a las manipulaciones del sujeto tienen que ver con otros factores:
autoridad moral que el paciente otorga a su médico
autoridad que se atribuye el propio médico al ser una persona significada en su sociedad, incluso al pertenecer a una cofradía religiosa, con el carácter emblemático que a ello se otorga en una ciudad como Sevilla (de ahí las denuncias al Arzobispado)
el estado de vulnerabilidad emocional del paciente
el sentimiento de culpabilidad generado a los pacientes, una vez que se preguntan por la naturaleza de la relación con el médico
el temor a ser vista como inductora que no como víctima (como en muchas ocasiones sucede con las personas que sufren abusos sexuales)
el temor a generar dolor en su entorno
el hecho de vivir en una sociedad donde la gente te conoce y te pueden señalar con el dedo por ser paciente psiquiátrico
En realidad esto es una aclaración para los miles de pacientes a los que otros profesionales les hayan recetado psicofármacos.