sábado, 7 de noviembre de 2015

¿Caer bien a todo el mundo? LA ASERTIVIDAD


Ni siquiera estos adorables gatitos les gustan a todo el mundo

Acabo de leer uno de estos “listado” recomendación para caerle bien a todo el mundo, constaba de diez puntos. He visto otro listado de siete puntos (este trataba de habilidades comunicacionales), y por último otro más ambicioso de veintidós puntos.
Caramba, cuantos consejos (y muchos de ellos buenos consejos) encaminados a un objetivo inalcanzable y FALSO: Caer bien a todos. 
Este jugador tampoco lo consigue (bueno marcar gol, si) 
Pensemos en alguien relevante o conocido muy famoso y aclamado: se me ocurre un futbolista ¿Messi?, pues a pesar del reconocimiento, galardones y admiración que desata hay aficionados al fútbol que preferirán a otros jugadores, sobre todo si son seguidores de otro club. 

Este escritor no atrae a todo el mundo
Vayamos a un "tema más culto” mi escritor favorito,  (bueno uno de los míos) es Javier Marías, pero hay lectores que lo consideran alambicado y pedante. De entre los músicos, quién puede resistirse a Mozart, pues un buen amigo (y también psiquiatra por cierto), dice que es facilón y populista.



Y este compositor, tampoco
O sea, que algo o alguien acierte todas las dianas, a todos agrade y consiga un criterio unánime en cuanto a su consideración, no es sino una meta baladí.
Y sin embargo, cuantos pacientes que visito en mi consulta se imponen a sí mismos este objetivo, el de agradar a todos, no pudiendo resistir el pensamiento de que alguien les critique, o la posibilidad de ser rechazado, o que no les considere un buen compañero o un buen amigo, creyendo que su valía personal es el sumatorio de todas las opiniones que un amplio “demás” (los demás) emitirán sobre esa persona.
El temido rechazo

Ello tiene varias consecuencias, la primera, es que uno deja de decir sus propias opiniones para no incomodar, para no discutir -aunque en según qué temas esa parece ser una medida sensata-, para sentirse integrado en un grupo, con lo cual es muy posible que uno pierda de vista sus propias elecciones y gustos, y en ese afán de parecernos a los “nuestros” no sabemos quién somos (cual "zelignianos" protagonistas de la película de nuestra vida).  
Otra consecuencia es que esa preocupación por complacer a los demás nos lleve a no saber decir que no… pensando que así seremos más gratos a nuestros amigos y  a nuestra gente. Pero el que nunca dice a nada que no acaba sintiéndose víctima de aquellos a los que deseaba gustar, ya que a veces percibirá que los otros “abusan” de su confianza. Y es posible que lo hagan, pero es que les hemos mal acostumbrado.
La asertividad (de lo que quería hablar) forma parte de las habilidades sociales, y se definiría por aquella forma de comunicación que aúna las conductas y los pensamientos que nos permiten defender nuestros derechos, sin agredir ni ser agredidos.
En la década de los 40 del siglo XX, el psicólogo conductista Andrew Salter definió la asertividad como un rasgo de personalidad y pensó que algunas personas la poseían y otras no. Hablaba de “la expresión de los derechos y sentimientos personales” hallando que casi todo el mundo podía ser asertivo en algunas situaciones y absolutamente ineficaz en otras. La máxima diferencia entre las persona asertivas y las que no desarrollan esta habilidad radicaba, según Salter, en la falta de confianza y también en la escasa claridad de los objetivos al comunicarse.
A nivel clínico, lo que observo es que una de las razones por las que las personas son poco asertivas, se debe a que piensan que no tienen derecho a sus propias creencias u opiniones, que posiblemente estas serán erróneas. 
Extraño en ella, Mafalda se muestra poco asertiva

En este sentido es importante que comprendan que TODO el mundo tiene derecho a su opinión y a su creencia, y claro está a manifestarlas. Y que también uno puede equivocarse, existiendo tal posibilidad como un DERECHO también.
Aquí el sabio es Miguelito

Resumiendo, ser una persona con buena asertividad NO implica tener siempre la razón, sino que esa persona tiene claro que puede expresar sus opiniones y hacer valer sus gustos con total libertad, con educación y respeto hacia los otros sin vulnerar los derechos de los demás, puesto que no se hace con displicencia, desdén, menosprecio o agresividad hacia la otra persona.



La película Zelig (filmada en 1983) es una comedia de Woody Allen, en la que se entremezcla el humor característico del director, su pasión por el jazz y una de sus obsesiones psicológicas, la de la propia identidad y la identidad social.


La película está filmada como si se tratara de un falso documental y en su momento fue muy reconocida por la crítica por sus innovaciones técnicas e interpretativas.



La historia, recorre parte del siglo XX a partir de los años veinte hasta el final de la década de los sesenta, se centra en un extraño personaje, Leonard Zelig que empieza a alcanzar notoriedad pública por sus repetidas apariciones en diferentes lugares y con distintos aspectos: así vemos a Leonard Zelig en en momento de la Gran Depresión económica de los Estados Unidos, en la Alemania nazi de Hitler, en la mansión del magnate William Randolph Hearst y en la II Guerra Mundial.





Zelig tiene la capacidad de cambiar su apariencia física, adaptándose al medio en el que se encuentra, por lo que se le acaba conociendo como el “Hombre Camaleón”, si está con un judío ortodoxo le crecen barbas y tirabuzones; si habla con una persona de raza negra, su piel se oscurece; y si está con algún oriental pasa a tener ojos achinados.

Pero no solo su aspecto físico cambia, su forma de hablar, sus maneras, y quien cree ser: así será un psiquiatra más frente a los psiquiatras que le atienden y estudian su caso.



Zelig será tratado por la doctora Eudora Fletcher, una psicoanalista persistente y ambiciosa que también desea reconocimiento, además de diagnosticar y ayudar a Leonard. La Doctora Fletcher llega a descubrir en Zelig un caso extremo de inseguridad, por lo que se camufla entre las personas, adoptando su total apariencia y su ser para poder ser aceptado.


El propio director habla de su película, y de los peligros de renunciar a los propios principios y personalidad "para no causar problemas". 


domingo, 25 de octubre de 2015

La DEPRESIÓN y la ESTACIONALIDAD




Como sucede tras las vacaciones, la irrupción del otoño hace que en páginas de consejos de salud, ya sean páginas de papel o virtuales, se nos alerte de ciertas cosas que pueden acaecer en esta época: los virus estacionales, la tristeza otoñal, la necesidad de consumir vitamina C….

La redactora de una revista de esas llamadas “femeninas” me pide que colabore en un artículo que elaboran sobre frío y depresión, y me pasa un mini-cuestionario de tres preguntas.  No he visto el resultado, pero supongo que el espacio en papel será limitado. Y aprovechando que el espacio virtual puede tender a infinito, me aprovecho de lo ya escrito para esta entrada.  


¿Cómo afecta el frío a la depresión?

En realidad el frío no afecta de ninguna forma significativa a los síntomas de los Trastornos Depresivos (que no se tratan de una sola entidad clínica sino de varias y también con formas variadas en su presentación). 

Como anécdota cabe señalar que algunos pacientes con depresión suelen presentar una intolerancia al frío como resultado de una alteración de la regulación de la temperatura corporal, que acompaña a otros síntomas somáticos en las depresiones endogenomórficas (pero esto lo sufren independientemente del clima e incluso es llamativo que se quejen de pasar frío durante el verano).



Climatológicamente hablando, el fenómeno que más influye en los Trastornos Afectivos (no solo los Trastornos Depresivos sino también el Trastorno Bipolar) es la variación en el número de horas de luz, especialmente la disminución de horas de insolación. A su vez, podemos distinguir dos condiciones diferentes:


  • Pacientes afectados de Depresión Mayor Recurrente o de Trastorno Bipolar, (generalmente en su fase depresiva) que experimentan un empeoramiento de su condición clínica en el cambio estacional del otoño. Se calcula que entre el 20 y el 25% de los pacientes con estos diagnósticos presentarán lo que se conoce como un “curso con patrón de evolución estacional”.







  • El llamado “Trastorno Afectivo Estacional” (o SAD por sus siglas e inglés), descrito por el psiquiatra sudafricano Norman Rosenthal, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Georgetown. El Dr. Rosenthal se basó en su propia experiencia al trasladarse de la soleada Johanesburgo a la nubosa Nueva York otoñal. Aunque este trastorno no está tipificado por la psiquiatría oficial como un diagnóstico separado de otros trastornos depresivos, su elevada incidencia en algunas zonas del planeta hacen que sean reconocido como tal.



El Trastorno Afectivo Estacional

Inicialmente el Dr. Rosenthal llamó al TAE (Trastorno Afectivo Estacional)  “winter blues” (tristeza del invierno).  

Dr. Norman Rosenthal
y su exitoso libro "Winter blues"


Se trataría de pacientes que presentan un estado de ánimo normal durante la mayor parte del año, y que en período invernal presentan una dificultad para levantarse por la mañana, molestias digestivas, hipersomnia diurna, hiperfagia, es decir aumento del apetito realizando especialmente una mayor ingesta de carbohidratos. También se experimenta  falta de energía, con mayores dificultades para la realización de las tareas cotidianas, mala concentración y tendencia al aislamiento social. Dentro del cuadro se reconocen una formas más grave, que en casos extremos pueden conllevar incluso ideación y riesgo suicida, y un subtipo leve o subsindrómico.

"Dolce far niente" pintura del francés Auguste Toulmouche (1829-1890)


El Trastorno Afectivo Estacional, suele aparecer en la edad adulta temprana (a partir de los 20 años, aproximadamente) y como todas los síndromes depresivos, es más frecuente en mujeres.

Este Trastorno Afectivo Estacional se presenta primordialmente el regiones de latitud alta del Hemisferio Norte; los estudios epidemiológicos han hallado tasas del 9,5% en Finlandia y del 9,9% de la población general de Alaska, frente a la baja incidencia del cuadro en zonas como Florida (1,4%). Estos datos se refieren al cuadro depresivo completo, y para el cuadro menor o subsindrómico se elevarían hasta el casi 25% en Alaska y el 15% en la totalidad de Estados Unidos.

Helsinki, en invierno: 9,5% de la población puede sufrir TAE


No obstante, como no hay nada nuevo bajo el sol, del trastorno descrito en el siglo XX por Rosenthal, encontramos referencias en el “Libro del Origen y Hechos de los Godos” escrito en el siglo VI por Jordanes, un historiador del Imperio Romano de Oriente, en alusión a la influencia del clima en los habitantes de Escandinavia.

Escrito en el siglo VI, ya nos hablaba del carácter triste de los pueblos escandinavos


Sin embargo, llama la atención que los islandeses, cuyo hogar se encuentra justo en el límite del círculo Polar Ártico, apenas presentan esta dolencia. Este curioso hecho se ha explicado en base a alguna característica genética que protegiera a la población de Islandia (que se ha mantenido relativamente aislada por su condición insular) o bien por el elevado consumo de pescado de esta población (más de 90 kg/habitante/año). En Japón, otra zona del planeta que realiza un consumo elevado de pescado, tambien se halla una baja tasa del Trastorno Afectivo Estacional.


 
El elevado consumo de pescado en Islandia ¿factor de protección frente al TAE?



¿Lo agrava de alguna forma?

Volviendo al frío, no, el frío no agrava la depresión.

Lo que parece ser determinante es la disminución de horas de luz. Normalmente el cerebro “capta” la luz del sol a través de los fotoreceptores de la retina, el estímulo lumínico genera señales eléctricas que a través del nervio óptico viajan hasta el hipotálamo y el núcleo supraquiasmático, donde se generan una serie de cambios en los neuropéptidos que a su vez producen algunas hormonas y endorfinas y también se estimula la producción de serotonina y se inhibe la de melatonina, esta última, la melatonina produce somnolencia y letargo.



Se cree que este tipo de depresiones (o el agravamiento de un 25% de las pre-existentes) el cerebro se adapta  mal o más lentamente a esta disminución del estímulo lumínico, por lo que puede haber un déficit de serotonina, una alteración de los polimorfismos de este neurotransmisor o un exceso de melatonina, o cualquier combinación entre estos factores que provocaría los síntomas característicos del TAE. También se ha planteado que un déficit de vitamina D podría ser relevante en este cuadro.

Aún así, esta fisiopatología no explica totalmente el porqué unas personas pueden ser afectadas y otras no, ya hemos comentado la peculiaridad de los habitantes de Islandia, que como ya he mencionado se buscan razones en la influencia de  factores genéticos y también de factores ambientales como la dieta, y la predisposición personal a nivel caracterial. 

En nuestra medio, el Trastorno Afectivo Estacional grave es poco frecuente ya que vivimos en una zona con un número elevado de horas de sol anual, y con un alto grado de luminosidad.  
¿Añoranza del Sol?


Sí que se presentan algunos cuadros menores o subsindrómicos de escasa gravedad;  yo añadiría que es común que las personas acostumbradas al rutilante verano se sientan algo desanimados ante el gradual acortamiento de los días en el otoño… pero sin llegar a experimentar ningún síndrome clínico. En algún artículo que luego fue reproducido en prensa se habló de que en nuestro país esta afectación puede alcanzar al 15% de la población, aunque como la cifra es similar a la de los estudios epidemiológicos norteamericanos, puede haber sido mencionada por analogía. En cualquier caso, los síntomas que aparecen son muy leves y transitorios.

Otro tema es el de aquellas personas que sufriendo un Trastorno Depresivo Mayor experimenten un empeoramiento de su curso clínico, por ese patrón estacional que ya hemos dicho que afectará al 25% de los pacientes.




¿Qué podemos hacer para contrarrestarlo?


Para aquellos afectados de un Trastorno Afectivo (Depresión o Trastorno Bipolar) es importante que en las épocas de cambio estacional sean particularmente cuidadosos con el cumplimiento de su tratamiento, y al menor indicio de empeoramiento acudan a su psiquiatra, que deberá evaluar y reajustar su tratamiento.

En el caso de sentirnos algo melancólicos y abatidos por la llegada del otoño, quizá sea conveniente que estemos alerta para ver como evolucionan estos sensaciones. Si percibimos además fatiga, hipersomnia, empezamos a ingerir dulces como si fuéramos a hibernar, y nos sentimos tristes y queremos aislarnos del exterior… es el momento de consultar a un médico, especialmente si este cuadro lo hemos experimentado otros años en la misma época. Así, el especialista podrá establecer si existe algún factor orgánico que lo provoque (el aludido déficit de vitamina D u otras causas) y si es necesario un tratamiento (que puede ser una terapia de estimulación lumínica bajo supervisión médica, la prescripción de algún antidepresivo de baja potencia, o realizar una psicoterapia…) según las características del cuadro y de cada cual. 

Y para todos, dos sencillos consejos:

  • Consumir una dieta equilibrada, rica en vitaminas y en ácidos grasos como el omega-3. Recordemos que el consumo de pescado se ha propuesto como un factor para disminuir el riesgo de padecer síndromes depresivos. Evitar la sobreingesta de carbohidratos, sobre todo dulces para compensar el desánimo.
  • Realizar paseos y ejercicio físico al aire libre y preferiblemente durante las horas de luz diurna.






Y para aquellos que el otoño o el invierno simplemente no les guste, solo hay que recordar que la Tierra sigue su elíptico viaje alrededor del Sol, por lo que siempre vuelve la primavera. 




sábado, 24 de octubre de 2015

Paciencia y cuidados, olvido, amor (LAS DEMENCIAS)



Paciencia y cuidados

El pasado 21 de septiembre fue el día mundial del Alzheimer, iba a escribir se celebró, pero no es el verbo celebrar el adecuado sino más bien el RECORDAR. Ya que en esta cruel enfermedad, el olvido y la desmemoria son síntomas primordiales.

Pero pensemos que el olvido también alcanza a aquellos que cuidan a los enfermos, de los cuales tampoco podemos olvidarnos… El 70% de los cuidadores no profesionales –es decir, familiares- de personas con demencia (y aquí no solo me refiero al Alzheimer, que hay otros tipos de demencias) se encuentran en riesgo de enfermar por sobrecarga.

Según estudios,  que han contado con la colaboración de la “Confederación Española de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias (CEAFA)”, la mayoría de los familiares cuidadores dedican alrededor de 80 horas semanales en atender a sus enfermos, lo cual significa el doble de horas de una extensa jornada laboral. Estas personas sufrirán diversas patologías, las más frecuentes son de tipo musculo-esquelético, por razones obvias,  pero también tendrán patologías vasculares, problemas respiratorios y sobre todo una elevadísima frecuencia de síntomas de ansiedad o de depresión.  



El perfil tipo de cuidador es el cónyuge o algún hijo, o más bien una hija. Si se trata de uno de los esposos, lo más probable es que esta persona esté por encima de los sesenta años, y en caso de los hijos, también por encima de los cuarenta.



Los síntomas que conlleva cualquier tipo de demencia, el deterioro cognitivo, con sus alteraciones en la memoria, las rarezas conductuales, la falta de comprensión, la repetición constante, y un largo etcétera,  no siempre son bien entendidos por los cuidadores familiares que a veces pueden responder perdiendo la paciencia e incluso con irritabilidad.

Una de las cosas que más sorprende a los familiares es no reconocer la personalidad (es decir, la esencia) del familiar enfermo y como además estos trastornos conllevan oscilaciones (días y momentos mejores y peores) la perplejidad aumenta, y se puede perder la paciencia, al pensar –erróneamente- que el enfermo “no pone de su parte”, “podría hacer más caso” y en el peor de los casos “esto lo hace para fastidiarme”.



Por otra parte, los familiares cuidadores experimentan un sentimiento de gran responsabilidad hacia su pariente enfermo, lo que hace que tengan dificultades para conciliar otras facetas de su vida personal, sus relaciones con otros miembros de la familia, sus relaciones con amigos u otras personas, su autocuidado, sus aficiones… ya que apenas disponen de tiempo para todo esto. Y así se completa un perverso círculo vicioso ya que al no estar involucrado en otras actividades, se pierde el interés por las mismas, y no tienen ninguna fuente de gratificación.

Por tanto, si tenemos en cuenta el elevado número de pacientes afectos de demencia, y por tanto el elevado número de cuidadores que apenas disponen de soporte institucional (recordemos como se han "abortado" las ayudas previstas por la quimérica Ley de Dependencia) no solo tendremos que cuidar de la calidad de vida de los pacientes, sino de los paciente secundarios... sus cuidadores.




Olvido  (LAS DEMENCIAS)

Se conoce como demencia a la pérdida de la función cerebral que ocurre a causa de ciertas enfermedades. En realidad, la demencia es un síndrome, no una enfermedad, y puede estar producida por diferentes enfermedades y trastornos. En los síndromes demenciales están afectadas la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y el comportamiento.

Comparación de un cerebro sano (izquierda) con el de una persona con Enfermedad de Alzheimer

Comúnmente, la demencia ocurre a una edad avanzada, siendo muy poco frecuente en menores de sesenta años; el riesgo de padecerla aumenta a medida que se envejece, hasta alcanzar el 20% de todas las personas mayores de ochenta años. Dado el creciente envejecimiento de la población, la demencia se está convirtiendo en un problema sanitario y social de gran magnitud.

Ya he mencionado que la demencia puede estar producida por diferentes razones, y en todos los casos implica un daño neuronal. Podemos afirmar que hay dos grandes tipos: las demencias degenerativas o primarias (entre las que se encuentra la enfermedad de Alzheimer)  y las demencias secundarias, como la demencia vascular o demencia multiinfarto (lo que popularmente se conocía como arterioesclerosis) y otras.




Amor

Hollywood y también otras cinematografías han abordado el drama de las personas que sufren demencia y el coraje con que deben afrontarla. Títulos recientes como “Siempre Alice”, “El juez”, “Lejos de ella”, “Y tú quién eres”, “Arrugas”, y las biográficas “Iris”, “Bucarest, la memoria perdida”, “La dama de hierro” o “Bicicleta, cuchara, manzana”.



Sin embargo, quiero referirme a una de las más antiguas, la película argentina “El hijo de la novia” dirigida por Juan José Campanella en un ya lejano 2001,  porque nos habla de una enferma de Alzheimer –Norma- interpretada magistralmente por Norma Aleandro, y de la diferente manera de enfrentarse a ella de su familia, el obstinado amor de su marido, Nino, y el egoísmo e indiferencia de su hijo, Rafael.

Rafael Belvedere (el actor Ricardo Darín), es básicamente un egoísta. Pequeño empresario que ha heredado el restaurante que fundó su padre, agobiado por las deudas, el estrés y sus fallidas relaciones personales: un divorcio beligerante, una hija a la que apenas atiende, una novia con la que no quiere comprometerse… y una madre a la que no ve, con la excusa de que está ingresada en una residencia porque padece demencia y su marido, Nino, ya no puede atenderla en casa.

Nino (interpretado por Hector Alterio) es el contrapunto de Rafael. Un hombre que disfrutó con su trabajo, que veneraba y todavía  ama apasionadamente a su esposa, a la que visita a diario… aunque ella algún día no le reconozca, y cuya única pena es no haberse casado nunca con Norma, la razón, por ser un hombre de izquierdas, no creía en el matrimonio.



El frenético modo de vida de Rafael le llevará a sufrir un infarto. Este hecho y el reencuentro con un amigo de la infancia le darán la oportunidad de replantear su vida, y hacer feliz a su madre, aunque ella no se entere… ¿o sí?